4 DE OCTUBRE: SAN FRANCISCO DE ASÍS, PATRÓN DE LA ECOLOGÍA

Las cinco llamadas de Laudato si’

Junio 22, 2015

Jaime Tatay Nieto, SJ

Que el Papa Francisco escriba una encíclica sobre ecología, en el fondo, no es algo tan novedoso como puede parecer en un primer momento. De hecho, no es más que la consecuencia lógica de décadas de reflexión sobre dos problemáticas – la social y la medioambiental – que no pueden ya desligarse y que precisan ser abordadas de forma conjunta.

Hoy día no podemos hablar de problemas sociales y de problemas ecológicos, igual que no podemos hablar de cuestiones económicas sin hablar de política. Estas cuatro esferas están estrechamente relacionadas, aunque a nivel académico y metodológico tendamos a separarlas.

Parece ser que la sociedad, y las propias tradiciones religiosas, van tomando conciencia de ello. Por ello, una de las principales contribuciones que Laudato Si’ hace, a mi entender, es ofrecer una mirada sapiencial que muestre las interrelaciones entre todas estas cuestiones, así como sus inevitables implicaciones éticas.

Dicho de otro modo, con Laudato si’ – que significa “Alabado seas,” recordando el inicio del Cántico de las criaturas de Francisco de Asís – la Iglesia responde a los nuevos signos de los tiempos y ofrece una palabra, desde el horizonte de la esperanza cristiana, sobre las urgentes y complejas problemáticas socio-ambientales que caracterizan nuestra época.

A mi juicio son cinco las claves de lectura que se observan en las muchas

 Una denuncia profética de la injusticia social vinculada a los procesos de degradación del medio ambiente

Por poner un ejemplo que en Europa puede resultar significativo. A partir de la década de 1970 se empezó a utilizar en la literatura especializada la expresión “refugiado climático.” En estos momentos en que asistimos a una crisis global de los refugiados – comparable sólo al final de la Segunda Guerra Mundial – no podemos olvidar que algunas de las razones que impulsan a salir de su tierra a millones de personas cada año son la sequías recurrentes, los grandes proyectos extractivistas, el acaparamiento de tierras, el cambio climático, la deforestación, la pérdida de suelos fértiles y otros problemas “eco-sociales” relacionados. La relación entre sobre-explotación de recursos, degradación ambiental, conflictos armados y migraciones resulta cada vez más evidente en muchos países del Sur. En el Norte, las minorías más empobrecidas y las poblaciones indígenas son, casi siempre, las que viven en los lugares más contaminados y soportan las peores condiciones de vida.

En segundo lugar, como apuntaba más arriba, una visión sapiencial capaz de superar la parcelación de las disciplinas académicas, el tribalismo ideológico y la visión reduccionista del hombre como consumidor, del bienestar como acumulación material y de la economía como crecimiento ilimitado.

En tercer lugar, una propuesta ascética capaz de movilizar – en especial a aquellos que ya tenemos lo suficiente – a luchar contra el despilfarro y adoptar una vida sobria, honrada y solidaria con los que menos tienen y con toda la creación. Los precisos informes científicos y la información presentada por los medios de comunicación no parece estar llegando a los ciudadanos y, cuando llega, no es capaz de movilizarnos para transformar nuestro modo de vida y vencer nuestras resistencias interiores. Si la ciencia, los medios de comunicación y la política no pueden, ¿quién podrá hacerlo entonces?

En cuarto lugar, y relacionado con la clave anterior, una mirada contemplativa capaz de disfrutar de la belleza de nuestro planeta, de descubrir un “valor intrínseco” en todo lo creado y de superar la visión utilitarista y tecnocrática que domina nuestro mundo. Este tipo de mirada no es exclusiva de ninguna religión, aunque ciertamente las religiones están llamadas a insistir en su importancia.

Por último, una llamada urgente a la conversión dirigida a los creyentes. Una conversión de modos de pensar y actuar dinamizada por la fe en un Dios que contempló el mundo “y vio que era bueno,” alimentada por una espiritualidad de la sobriedad que trata de vivir bien con lo necesario, sostenida por la confianza en que el cuidado del bien común es condición necesaria del bienestar personal. De esta conversión puede surgir una ética de vida basada en los principios del destino universal de los bienes, la opción preferencial por los pobres, la precaución, la justicia intergeneracional y la solidaridad. Este camino de conversión es también una invitación para todas las personas, independientemente de su credo, a iniciar un diálogo sincero y un camino compartido de cuidado del bien común.

(De ecojesuits.net)

Las cinco llamadas de Laudato si