CARTA DESDE MANOGUAYABO

Batey Bienvenido, Manoguayabo, 4 de febrero de 2020

 

Queridos amigos:

Espero que todos hayáis tenido una buena entrada de año y que os encontréis bien. Llevo semanas queriendo escribir, pero hasta ahora no encuentro el momento.

De hecho, acabo de llegar de Puerto Rico. Como os comentaba en mi última carta, hemos iniciado un proceso de profundización en la fe y de discernimiento con jóvenes de allá. Este segundo encuentro tenía el lema “Un amor que sueña y que te envía” y ha sido una auténtica gozada, como el anterior. Participaron 28 jóvenes con ganas de encontrarse con Jesús y de vivir con autenticidad. El próximo lo tendremos en marzo.

Además de este encuentro, el día que llegué participé en una reunión de la comunidad Kaleo de Seglares Claretianos. Me invitaron para compartir con ellos cuál es el carisma de las misioneras claretianas y también para que les contara sobre la misión que tengo aquí en República Dominicana. Fue un rato muy agradable, fraterno… en el que pudimos reforzar lazos como Familia Claretiana. Y esto, no solo con los Seglares, sino con mis hermanos claretianos, que con tanto cariño y cercanía me acogen siempre.

Ya de antes, de diciembre, puedo contaros que los niños de La Escuelita hicieron sus exámenes y, tal como estaba previsto, tuvieron su fiestecita de navidad. A pesar de que este año fue mucho más humilde que el año pasado, porque no contamos con gente de fuera que viniera a animar la fiesta ni tampoco con muchos recursos, la verdad es que disfrutaron lo que tuvimos. Cantamos, jugamos, bailamos y comimos. Tampoco este año hemos podido regalar nada con motivo de la fiesta de los Reyes, pero bueno, confiamos en que vengan tiempos mejores…

Además de esta fiesta, tuvimos otras dos que organizamos para los envejecientes, tanto de Bienvenido como de Hato Nuevo. Se nos ocurrió hacerlo desde FUCLADIV, la fundación que tenemos aquí, con la idea de ofrecer un espacio especial para esta gentecilla que ya ha acumulado tantos años de vida y que está tan poco protegida en este entorno. Aunque fue una cosita sencilla, todos lo agradecieron mucho.

Sobre las enfermas que ya os suenan familiares, Odeta se va manteniendo, con días mejores y con días peores. Va acudiendo a sus citas médicas en el oncológico y tomando su tratamiento a base de morfina para aguantar el dolor y el malestar. Y quien me preocupa más es Adline. Después de un mes interna en el hospital, la mandaron a casa porque no tenía quien la acompañara. Ella se congrega en una iglesia evangélica del batey. Yo hablé con el pastor de esa iglesia cuando la internaron, para que organizara un plan con su gente a fin de poder acompañarla. Y lo hizo, pero se ve que al final la gente se cansó y dejó de ir, por lo que la pobre tuvo que volver a su casa. Hace un par de semanas fui a visitarla y me dio mucha pena porque está hinchadísima.

Como dicen que su hepatitis, además de ser incurable, es contagiosa, sentí miedo por si su hija pudiese haberse contagiado, así que la llevé a hacerse análisis de todo tipo. Gracias a Dios la pequeña Phaimie está bien. Lo malo es que hace diez días, cuando Phaimie vino para que le diera el dinero para pagar el alquiler de la casa, me contó que su madre se quería ir a Haití, pero a ella no se la llevaba. Todos tenemos claro que se quiere ir a Haití para morir allá, pero nos preocupa qué será de la niña. El matrimonio con el que la dejó cuando estuvo interna en el hospital no quiere asumir la responsabilidad de nuevo, así que andamos viendo qué podemos hacer. Ya os contaré…

Por otra parte, en las vacaciones de navidad fui a visitar a Elodia, la viejita ciega de quien tantas veces os he hablado. Como siempre, se puso a dar gritos de alegría cuando sintió mis besos en su frente. A pesar de su edad, sigue teniendo la cabeza estupendamente, porque inmediatamente se puso a preguntarme por mis padres, mi hermano, hermanas de comunidad que han pasado por aquí y voluntarios, recordando el nombre de cada cual. Además de eso, me estuvo enseñando un vestido blanco que alguien le había regalado para poder ponérselo cuando se muera. Para ella siempre ha sido muy importante tener algo digno para ese momento… y al final, ya cuando estaba a punto de irme, me pidió un favor. Quería que me llevara un donativo para la iglesia, por lo bendecida que se siente por Dios. Por supuesto, le dije que lo haría. Se puso a buscar entre sus pertenencias, a tientas como siempre, y como le costaba encontrarlo, le pregunté cuánto iba a darme, con la intención de decirle que ya lo ponía yo de su parte. Pues bien, me quedé estupefacta cuando me dijo que eran 200 pesos. Esa cantidad equivale a unos 4 dólares, o 3.25 euros. Ciertamente puede parecer que no es mucho, pero la verdad es que sí lo es. Para que os hagáis una idea, aquí la gente suele echar 5 o 10 pesos en la colecta de la iglesia. Al preguntarle de dónde había sacado ese dinero, me contó que uno de los chicos a los que ella cuidaba cuando era joven fue a verla por navidad y se lo regaló. Y ella, que pocas veces ha tenido ese dinero en la mano, estaba tan agradecida a Dios que quiso hacer su ofrenda. Me recordó a la viudita del evangelio, que echó al cepillo los dos únicos céntimos que tenía. Una vez más, me reafirmo en la idea de que quien menos tiene más da.

Por lo demás, el proyecto Sin Papeles No Soy Nadie va a toda marcha. Mañana, mismamente, tengo organizadas, no una, sino dos guaguas para ir a la embajada. Por una parte, han llegado los pasaportes que se hicieron en octubre y noviembre de 2019, por lo que llevo a muchos de los que lo hicieron en esa fecha. Y, por otra, empiezo a sentirme desbordada por la cantidad de gente que viene para hacer su pasaporte. Resulta que este año toca renovar los carnets de regularización que se hicieron en 2018, y la nueva norma es que a quien no tenga pasaporte -o lo tenga vencido- no se le va a renovar el carnet, con lo cual, volverían a estar ilegales en el país. Esto aplica ahora también a quienes quieren declarar a sus hijos nacidos aquí. Antes podían declararlos teniendo algún documento de identidad (acta o cédula), pero ahora también exigen tener el pasaporte.

En principio, la medida es buena -porque es importante que todos tengan su pasaporte- y hasta lógica. Pero a mí me supone una cantidad ingente de personas para llevar a la embajada, y un gran problema en este momento, puesto que no tengo ya dinero. Es más, ni siquiera sé si se van a aprobar los proyectos ni por cuánto importe. Así que ando un poco angustiada con esto. Pero, como siempre, no perdemos la esperanza, confiando en que Dios no abandona a sus hijos más necesitados.

No con los proyectos de aquí, sino con otros de Cuba, pudimos experimentar esto justamente hace unas semanas. Nos invitaron de una parroquia de Estados Unidos donde trabaja una de nuestras hermanas para presentar la realidad de allá y, en concreto, uno de los proyectos de evangelización para los que aún no habíamos conseguido financiación. Fuimos otra hermana y yo, e hicimos nuestra presentación en las homilías de las cinco misas del fin de semana. La gente se volcó y los donativos que hemos recibido superan con muchísimas creces las expectativas que teníamos. Verdaderamente, hay mucha gente buena en el mundo, con ganas de ayudar. Desde aquí, mi agradecimiento a todos.

Bueno, pues voy poniendo fin a esta carta. Os deseo a todos lo mejor, lo que más estéis necesitando en este momento de vuestras vidas. Un abrazo grande desde estas tierras y mi oración.

Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana