Batey Bienvenido, Manoguayabo, 6 de septiembre de 2022
Queridos amigos:
Os escribo la que va a ser mi última carta desde Manoguayabo, puesto que me han destinado a Honduras, hacia donde saldré dentro de unas horas.
Toca comenzar un nuevo capítulo del libro de mi vida, en un lugar diferente, con una nueva comunidad, nuevos apostolados… Estoy convencida de que esto forma parte del plan de Dios y por eso me siento serena. Sin embargo, mentiría si dijera que no siento mucha pena. Mi corazón lleva un tiempo haciendo duelo por tener que separarme de este batey y de su gente, porque verdaderamente amo mi misión aquí.
Estos últimos nueve años no han sido fáciles por diferentes motivos, pero reconozco que, a pesar de todo, he sido muy feliz. Por eso, aunque en mi corazón haya pena, es mayor aún el agradecimiento que siento por todo lo vivido y por tanta oportunidad de ayudar a gente tan pobre y vulnerable. Me quedo con las palabras de Gabriel García Márquez: “No llores porque terminó, sonríe porque sucedió”.
Estos últimos meses han sido de locura, puesto que mi afán ha sido procurar que todos los proyectos tengan continuidad y, con mucho gozo, a pocas horas de irme para el aeropuerto, siento que todo está listo.
En julio dimos por terminado el curso en La Escuelita. Después de la entrega de notas llevamos a los alumnos de paseo al zoológico. Fue un día espectacular, los niños disfrutaron de lo lindo. Aún recuerdo sus caritas emocionadas al ver los leones, las serpientes, los monos… ¡incluso los mismos peces! Para ellos todo era un mundo nuevo y no perdían detalle.
Afortunadamente, una hermana se va a responsabilizar de este proyecto, así que en septiembre se reanudarán las clases, con ellos y con un nuevo curso de 5 años que ya hemos inscrito.
Esta misma hermana va a asumir también la parte de alimentos de Son Nuestros Hermanos, que financia mi querido padre Ronald. Esto me deja bastante tranquila porque en el 95% de las 140 familias a las que quincenalmente damos alimentos no entra un sueldo.
Lo que es posible que se pierda de Son Nuestros Hermanos es la parte de salud. Por eso me he dedicado a comprar medicinas y hacer paquetitos para que, al menos a la gente a la que damos mensualmente lo que necesita, tengan para varios meses. Mi compañero Sydie las irá llevando cada mes a los viejitos a los que no conviene darlas juntas. Después de ahí, Dios dirá.
En cuanto al proyecto Sin Papeles No Soy Nadie, también respiré al saber que los claretianos estaban interesados en darle continuidad. Estas ultimas semanas han ido aprendiendo lo básico y creo que ahora ya pueden funcionar solos, claro está, con la ayuda de Sydie, que conoce todo lo necesario para llevarlo a cabo. Estos días, haciendo balance, me daba cuenta de la cantidad de documentos que hemos hecho a lo largo de estos años. Han sido casi 4000 pasaportes los que hemos entregado, contando con los del PIDIH… también más de 4000 actas de nacimiento, tanto haitianas como dominicanas… hemos ayudado a más de 500 personas a regularizar su situación migratoria… además de otros trámites diferentes. Por tanto, solo puedo sentirme agradecida por tanta bendición.
Como podéis imaginar, algunas despedidas han sido difíciles. En estos momentos es cuando una se da cuenta de quién te aprecia por la ayuda que le das y de quién te quiere de verdad. Y me voy con ese rico saborcillo de sentirme familia de mucha gente.
El sábado pasado, Sydie, Ana y yo fuimos a celebrarle el 84 cumpleaños a Marco. Este viejito me ha llamado todos los días desde que murió su esposa hace seis años. La conversación ha sido prácticamente la misma todos los días, pero a él esos minutos de charla le dan vida porque ninguno de sus dos hijos se preocupa por él, a pesar de saber ambos la miseria en la que vive su padre. Le dije hace un mes que me iba, para que tuviera tiempo de irlo asimilando, pero la verdad es que se ha hundido de tal manera que rompe el corazón verlo. Con la alegría que siempre le ha dado que fuéramos a celebrar su cumpleaños, el otro día daba la impresión de estar en un funeral. Esto me duele profundamente.
También ha habido despedidas muy agradables, como con el grupito de jóvenes que he estado llevando desde hace unos meses… o con la gente de la iglesia. El domingo fuimos de paseo a Bayahibe, una playa preciosa donde echamos un día estupendo. Me sorprendieron con una tarta gigante, de la que comimos los 50 que íbamos, y con una placa de agradecimiento, muy sencilla, pero preciosa.
En fin, todo en la vida termina, y aquí termina esta bonita misión que he podido vivir durante estos nueve años. Una parte de mi corazón se queda en este Batey Bienvenido de Manoguayabo, “mi pequeño Haití”. Dos maletas van cargadas con mis cosas rumbo a Honduras, pero mi corazón va lleno de nombres, rostros, recuerdos… que espero me acompañen toda la vida.
Un abrazo grande a cada uno de los que habéis ido siguiendo mis aventuras y desventuras durante todo este tiempo. Como siempre, gracias por haberme acompañado con vuestro cariño, con vuestros ánimos y también con vuestra oración.
Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana
Gracias Lidia!!!
Mi abrazo!!!