EXPERIENCIA SOLIDARIA NÍJAR 2019 – TESTIMONIOS

Los alumnos de 1º de Bachillerato del colegio María Inmaculada de Carcaixent nos dejan sus testimonios de la experiencia vivida en Níjar.

http://www.youtube.com/watch?v=C13bLp0tzvo

Nijar… Creo que una buena definición para esta experiencia seria “inexplicable”. Necesitas vivirla porque sobre todo es una experiencia a nivel personal, y un muy buen momento para convivir tanto con compañeros como profesores.

Desde que subí a la furgoneta note que este “viaje” iba a ser distinto, pero supongo que eso dependerá de los compañeros y profesores que te acompañen. En mi caso ha sido una oportunidad para conocernos mejor, aprender que los profesores pueden llegar a ser uno más en nuestras conversaciones haciendo la cena, en el coche o minutos antes de dormir y aprender a convivir con gente diferente a ti pero con un mismo objetivo: hacer que la experiencia sea lo más enriquecedora posible y que todos estemos a gusto.

Al llegar a Níjar conoces a las hermanas mercedarias que, a pesar de la avanzada edad de algunas, transmiten más vitalidad que cualquiera de nosotros y empiezas a hacerte la idea de que van a ser unos días intensos pero con un sentido pleno y, lo más importante, con recompensa moral.

Una vez pasado el primer día, sobre todo cuando estaba intentando dormir, echaba la vista atrás y pensaba en todo lo que había hecho en el día. No había día en el que no me hubiera sentido útil y a la vez egoísta: útil porque te das cuenta que estés haciendo bolsas de comida, de ropa, dando clases de español o simplemente hablando con uno de los inmigrantes has aportado tu granito de arena, les has ayudado a sacar una sonrisa, pero el pensamiento que más abundaba en mi cabeza era que egoísta soy. Cuando te ves rodeado de tanta miseria y de tantos problemas cuya solución está todavía muy muy lejos, recuerdas las tonterías de las que te quejas o haces mala cara a la gente de tu alrededor. Por ejemplo, cuando estaba haciendo bolsas de comida pensaba en cuando no me gusta algo de comer o no me apetece y no acabo el plato o lo tiro. La realidad de estas personas es que van a tener que comer alubias, arroz o pasta aunque no les guste, porque no hay más, es lo único que pueden comer gracias a las hermanas.

Aprendes a valorar cosas que no se valoran normalmente, por ejemplo poder asistir a la escuela, tener ropa con la que vestirte o tener una casa en condiciones. Pero todas estas cosas son materiales, lo que de verdad importa es llegar a enseñarte a valorar cosas que van más allá: por ejemplo tener a la familia y a los amigos cerca para poder contarles tus días buenos y los no tan buenos, poder tener una seguridad de que la familia que está contigo va a estar bien y no durmiendo en medio de la nada bajo cuatro plásticos. A pesar de todos estos problemas todos te recibirán con una gran sonrisa y aprenderás más de ellos que ellos de ti.

Carla


Nada más llegar, la pobreza y las malas condiciones de vida se hacen obvias. Es suficiente con mirar a través de la ventana del coche en las inmediaciones de San Isidro, donde se encuentran los asentamientos, para crear una primera impresión de la pobreza y la necesidad con la que viven la inmensa mayoría de los inmigrantes allí. Es en ese momento cuando te das cuenta de que ninguno de los que vais allí vais a salvar el mundo, y mucho menos en cuatro días, pero que, en realidad, toda ayuda es poca y sobre todo necesaria.

A lo largo del viaje hubo detalles que fueron cambiando mi mentalidad poco a poco y es que los inmigrantes que habitan aquí se ven a ellos mismos de una forma totalmente diferente de la imagen de ellos que nosotros tenemos en mente. Y es por esto que en vez de un pueblo gris y afligido por una gran contrariedad como la pobreza y la falta de recursos, nos encontramos con un pueblo trabajador, hospitalario, con una mentalidad de grupo inquebrantable, con una sonrisa que no se desvanece ni al contar todas las tragedias que han pasado y con unas ganas enormes de aprender y crecer anteponiendo siempre las necesidades y el bienestar de los demás a las suyas.

El primer día, en el taller de español conocí a Moussa y lo invité a que viniera a cenar junto con su amigo Keita. Una vez en la mesa, vi un poco intranquilo a Moussa y le pregunté por qué no comía nada, entonces, en voz baja, me respondió que él no había hecho nada para ganar esa comida y que por tanto no la merecía. Los dos últimos días, estuvo con nosotros Qüesi el cual fue seguramente el que más nos marcó a todos ya que además de su apasionante historia de cómo había dejado a su madre y sus hermanos con tan solo 10 años para poder ganar más dinero y enviárselo para que tuvieran una mejor vida, nos contó la historia de cómo había perdido la movilidad en uno de sus brazos pero nos dimos cuenta de que ni esto ni la pobreza en la que vivía le impedía ser feliz y sobre todo más agradecido que todos nosotros juntos. Es por esto que el último día que nos acompañó nos regaló una bolsa con comida equivalente a su sueldo de un día y nos agradeció muchísimo uno por uno las dos comidas que había hecho en nuestra casa pero sobre todo el tiempo que habíamos pasado con él. ¡Qué belleza de persona! Además de esto el ambiente de grupo, el buen rollo y la buena convivencia por parte de todos los compañeros y profesores fue una de las cosas que marcó la diferencia para que esta experiencia pasara de ser una buena experiencia a una experiencia espectacular e inolvidable en cualquier aspecto.

Una vez pasada esta experiencia ya habiendo reflexionado en casa, llegué a la conclusión de que como dijo Juanjo y nunca voy a olvidar: NO hicimos una obra caritativa, hicimos una obra de ayuda entre iguales. Y después de todo lo que he vivido en este poco tiempo lo he entendido, obviamente nosotros ayudamos proporcionándoles algunos recursos básicos y nuestro tiempo pero ellos nos ayudan con algo mucho más valioso, transmitiéndonos sus historias de superación y de forma real y espontánea esos valores tan necesarios en nuestra sociedad y que ellos tienen tatuados a fuego en su código de conducta en su día a día.

Iago


A lo largo de nuestra vida, vivimos diferentes experiencias. Níjar ha sido una de estas. Recuerdo lo ilusionada que estaba por ir así como también recuerdo lo abismada que estuve los días posteriores a la experiencia, la cual calificaría como una de las más enriquecedoras de mi vida.

En primer lugar, quiero resaltar lo que ha significado para mí estar con personas que lo han dado todo y lo siguen dando para poder vivir de una manera digna. Han dejado atrás sus familias, sus casas, sus idiomas y sus culturas, entre muchísimos otros objetos y valores, para llegar a España. Me asombra el coraje de estas personas por el hecho de poner su vida en juego. Sin embargo, muchos de ellos viven en condiciones infrahumanas y son explotados en sus trabajos.

De igual modo, esta experiencia me ha evocado una serie reflexiones que hacen que me plantee qué es lo que yo he hecho para merecer la vida que vivo. ¿Por qué yo puedo vivir en una casa y comer todos los días y ellos no? Encontrar respuestas a estas preguntas me parece una labor muy complicada. De hecho, no creo que haya una justificación que explique tal desigualdad. Nadie se merece dormir en la calle o no comer durante varios días.

Por otro lado, quiero comentar que uno de los problemas que más me ha preocupado ha sido el hecho de que los inmigrantes no sean tratados como personas en muchas ocasiones. Cuando hemos estado con ellos en la escuela o en la casa, nos hemos dado cuenta de que, además de tener necesidades básicas como alimentarse o vestirse, necesitan ser aceptados y tratados como personas, ni más ni menos. Estoy segura de que hacer que un inmigrante se sienta integrado, aunque sea durante un corto periodo de tiempo, es algo que está en nuestras manos. Nosotros debemos ser capaces de escucharlos y de hablarles con total naturalidad y de la misma manera que conversaríamos con un compañero de clase o con un amigo.

Sin duda alguna, Níjar ha sido una experiencia de la que he aprendido muchísimo. Además, me ha incitado a una serie de reflexiones y me ha despertado unos sentimientos que no los he pasado por alto, sino que he profundizado en ellos. Sé que yo no voy a poder cambiar la triste realidad de tanta gente pero sé que debo y, sobre todo, quiero aportar todo aquello que esté en mis manos para contribuir a la lucha por un mundo justo e igualitario.

Inma


Cuando nos plantearon la idea de ir a Níjar dije “¿Por qué no?” Así que sin dudarlo me apunté, total así vivía algo distinto y pasaba más tiempo con mis amigos.

Ahora que ya ha acabado puedo asegurar que no es para nada como me lo esperaba. Una cosa de las que he estado pensando mucho es en la ignorancia, y es que hasta que no chocas con una realidad así no te das cuenta de lo que realmente está pasando.

Durante estos cinco días hemos conocido a gente con historias realmente duras, de esas que salen en la tele y dices “pobrecitos”, pero a día de hoy puedo decir que cambia mucho de verlo en una pantalla a que te lo cuenten en persona y, sin embargo, siempre estaban todos sonriendo y dando gracias por lo que tenían. Se les veía felices y para eso no tenían la necesidad de tener miles de cosas.

Sinceramente, más que ayudarlos siento que han sido ellos los que me han aportado a mí una mirada mucho más amplia del mundo, cosa que me ha marcado mucho.

Además, gracias a la convivencia del grupo, hemos cogido mucha más confianza entre todos nosotros, nos hemos reído, hemos llorado y hemos compartido momentos que nunca olvidaremos y eso, sin duda, ha sido de lo mejor de la experiencia.

Así que sí, sin dudarlo repetiría este viaje una y otra vez y creo que todo el mundo debería de hacerlo por lo menos una vez en su vida.

Por último quiero dar las gracias a todas y cada una de las personas que han formado parte de esto, ojalá repetir todos juntos.

Nuria


Siempre me ha gustado ayudar a los demás en todo lo que podía y más. De hecho, desde tercero de la ESO llevo idealizando esta experiencia y es que Níjar ha superado con creces mis expectativas, y además es un pueblo donde se mezclan todas las formas de ser de una persona. Por un lado, se encuentra la vanidad y el egoísmo de las personas, por otro la supervivencia y la guerra constante por hacerse un hueco en la sociedad. Por último, la bondad y la caridad de aquellas personas que socorren a las personas pertenecientes al segundo grupo.

Ya hace un mes que volvimos de Níjar y sigo pensando en qué puede llevar a una persona a tomar decisiones tan locas como para arriesgarse a perder la vida. Tampoco entiendo cuán vacío puede estar un corazón para ignorar a un ser humano con necesidades tan básicas como comer. Cuando llegamos a San Isidro de Níjar era de noche y por tanto no pudimos observar con todo detalle la realidad que allí existe día a día. Pasaron los días y tuvimos la oportunidad y el privilegio de escuchar historias tan impactantes como la de aquellas personas que por aquella casa pasaron durante los días que nosotros allí estábamos.

Tengo que decir que las cosas que vi allí me han ayudado a abrir los ojos. He aprendido a saber qué está bien y que está mal. Muchas veces regresábamos a la casa con dolor de cabeza, de espalda e incluso de pies, pero, en cuanto alguien necesitaba de nuestra ayuda, automáticamente dejábamos de lado el cansancio y ayudábamos en cuanto podíamos al compañero, así que en ese aspecto también hemos mejorado mucho a nivel de confianza grupal.

Realmente, ha sido una experiencia muy enriquecedora y por tanto totalmente recomendable a todos aquellos que tengan el afán de ayudar a los demás. Cuando llegamos a aquel pueblo, llegamos todos con la predisposición de ayudar a aquellos que lo necesitan, pero lo que menos esperas es volver con la cabeza llena de ideas buenas para ayudar a los demás y con el corazón casi más lleno de amor que cuando ingresamos en Níjar. Aquellas personas a las que ayudamos nos demostraban el amor y, pese a no compartir ni siquiera el mismo idioma, eran capaces de traspasar esa barrera y demostrar su amor y gratitud que tenían para con nosotros. Y, sinceramente, creo que en pocas ocasiones he sentido tanto amor y cariño sincero como cuando te agradecían aquello que nosotros, por muy insignificante que fuese, hacíamos.

Creo que no me equivoco si digo que allí aprendimos mucho más de la vida que en todos los años que llevamos viviendo. Al haber tenido la oportunidad de ir a este municipio hemos podido comprobar que pese a estar en un país desarrollado, hemos olvidado que los necesitados cada vez lo son más. Ya tienen suficientes barreras en la vida como para que nosotros y nuestra indiferencia sea una más de ellas, por tanto, me comprometo a hacer en lo posible un poquito la vida más fácil a los demás.

Por último, quería añadir, que al regresar de Níjar y pensar en frío sobre todas aquellas cosas que habíamos visto y vivido, me llevo a encontrar varias conclusiones, las cuales compartiré a continuación. La primera es que la avaricia transforma el corazón del ser humano haciéndolas explotadoras de aquellas personas necesitadas. La segunda es que cuando las personas sufren el corazón tiene dos opciones, o se hiela o, por lo contrario, se convierte en bondadoso. Me alegra ver que la mayoría pertenece al segundo grupo. La tercera es que muchas veces la ignorancia mata a las personas. La cuarta es que sigo preguntándome cómo los ayuntamientos permiten este tipo de vida infrahumana y no ayudan a estos inmigrantes. Y la última, y para mí la más importante, es que la justicia no existe y que encima es injusta.

No obstante, me gustaría concluir diciendo que esta ha sido sin duda la mejor experiencia de mi vida hasta el momento, ya que como he dicho antes tengo 17 años y mucho no he vivido. También quiero dar las gracias a todos aquellos que habéis hecho posible esta experiencia.

Paula