CARTA DESDE MANOGUAYABO

Batey Bienvenido, Manoguayabo, 29 de enero de 2017

¡Hola a todos! ¿Qué tal?

Espero que hayáis tenido un buen comienzo de año y, aunque parezca que ya hace un siglo que pasaron las vacaciones de Navidad, pudierais descansar en esos días y disfrutar de la familia y seres queridos.

Como decía, me da la sensación de que hace mucho más tiempo del que realmente ha pasado, imagino que por la cantidad de vivencias que he tenido en estas últimas semanas. Empezando por hoy, os cuento que hemos viajado a San Pedro de Macorix, a visitar a Sandro y Alfredo, ¿los recordáis? Son esos dos hermanitos que quedaron huérfanos y que conseguimos que entraran en una institución que acoge a niños con ciertas características. Una vez al trimestre organizan “día de familias”, y nos es permitido ir a visitarlos, y hoy tocaba. Así que contraté una guagua y nos hemos ido los que cabíamos, solo catorce, entre adultos y pequeños. He llevado a los niños de las clases de alfabetización que ya estaban cuando ellos venían, y a algunas de las maestras. Fue impresionante ver las caras de alegría y felicidad que pusieron cuando nos vieron aparecer. Nos vieron a lo lejos y echaron a correr hacia nosotros para darnos un abrazo lleno de cariño y de ternura. Fue muy bonito, de verdad.

Además de pasar el día jugando, aproveché un ratito a solas con ellos dos, para que me contaran en confianza cómo se sentían. Ha habido algo que me encogió el corazón, al hablar del hermanito más pequeño de los tres, que fue adoptado por un primo de ellos que vive en el Batey. Sandro, el mayor, me dijo de pronto que no quería que nadie hablara a su hermanito de su mamá. Al preguntarle por qué, su respuesta fue: “Porque no quiero que sufra tanto como yo cuando la recuerde”. Os podéis imaginar… enseguida empecé a explicarle que ninguno de sus hermanos iba a sufrir nunca tanto como él al hablar de ella, puesto que ninguno de ellos tiene tantos recuerdos como él, que es el mayor. Y que, por grande que sea su sufrimiento, es bueno que le hable a sus hermanos de cómo era su mamá, para que ella pueda seguir viviendo en sus recuerdos y en sus corazones. No sé si quedó convencido o no, pero el desgarro de su corazón se palpaba a leguas de manera dolorosa. Después de eso siguieron jugando con los demás niños y, realmente, creo que han disfrutado de lo lindo. 38-en-san-pedroMe dio pena no poder llevar a todos los niños que tenemos en alfabetización, porque esos muchachos disfrutan de lo lindo con cualquier actividad que se les ofrece. Recuerdo en diciembre, el último día de clase, que organizamos una fiestecita de navidad. Fue algo sencillo, unos juegos y dinámicas, seguidos de una meriendita, pero gozaron tanto… Sus sonrisas pagan cualquier esfuerzo que se hace por ellos. Y enseñan. Ese día pasó algo que suele pasar. Y es que, una vez que les repartimos el platito de la merienda, en el que había varias cositas, ellos comieron algo y guardaron el resto para llevarlo a casa, para compartirlo con los suyos. Cualquier otro niño en otra parte del mundo daría buena cuenta de lo que se le da, sin pensar en nadie más, pero la mayoría de estos está acostumbrado a que “lo que se consigue”, se comparte entre todos los miembros de la familia. Me sigue pareciendo una lección para todos.

Cuando también han disfrutado mucho ha sido en el taller de manualidades que les ofrecimos la semana pasada. Lo dirigieron Aurimar, una joven que está haciendo en casa una experiencia misionera de varios meses, y Gabby, una de nuestras novicias, que también está haciendo una experiencia en casa por un par de meses. Con rollitos de papel higiénico les enseñaron a hacer unos gusanos muy graciosos. ¡Lo pasaron tan bien y se fueron a casa tan orgullosos en compañía de sus nuevas mascotas! ¡Hasta le pusieron nombre! En fin, las maravillas de la sencillez… 38-taller-manualidadesPor la parte del proyecto “Sin Papeles No Soy Nadie”, seguimos teniendo una actividad intensa, tanto en lo que se refiere a declaraciones de niños como a consecución de documentos de haitianos adultos. Aparte de los nuevos casos que siguen llegando desde lugares insospechados, como ya han pasado seis meses desde que se depositaron los papeles de muchos niños, están empezando a salir algunas actas gestionadas en su momento. Otras presentan alguna dificultad, pero seguimos en ello. Y respecto a los documentos de los haitianos, van llegando a cuenta gotas, pero van llegando, que es lo importante. Me sigue emocionando ver las reacciones de algunas personas cuando les entrego lo que me dan en la embajada porque, para algunos, es lo primero que reciben. 38-entrega-documentosEsta semana organicé un viaje conjunto con mujeres que iban a la Junta a declarar a sus hijos y con gente que iba a la Embajada de Haití a hacerse sus pasaportes. Yo iba sentada delante, junto al chófer. Hubo un momento en que me volví para decirles algo y me fijé en sus rostros. En la mayoría se podía leer sentimientos de esperanza, porque por fin iban a poder lograr algo tanto tiempo ansiado. En otros, me parecía leer incertidumbre, temor… porque sienten que tienen tan mala suerte que es casi imposible que puedan lograr lo que se proponen. Realmente la situación es muy desesperada para muchos. Ayer mismo un joven con dos hijos, que ha perdido el trabajo que tenía por no tener aún su pasaporte, me decía con palabras llenas de amargura: “¿llegará alguna vez mi día?”. En esos momentos, os aseguro que todas mis palabras me parecen pobres.

Como el otro día, que vino a verme una chica de ente 20 y 30 años que quiere declarar a sus hijos pero no puede hacerlo porque ella misma no está declarada. Cuando le pregunto por sus padres, me dice que ni siquiera los conoció. Le pregunto dónde nació y tampoco lo sabe. Y no es sólo lo que dice, sino cómo lo dice. Sus palabras están cargadas de la frustración de quien se siente abandonada, no querida, sin unos referentes familiares que le hablen de su historia familiar… Lo peor es que, en un caso así, ¿cómo ayudarla a declararse? Y, si no se encuentra una solución, sus hijos están abocados a vivir indocumentados durante toda su vida, con todas las consecuencias que ello tiene.

En fin, son mil y una historias, unas dulces, la mayoría amargas. Pero sigo considerando que soy muy privilegiada por ser partícipe de ellas. Una vez más me hacen agradecer todo lo recibido en mi vida, lo que me ha venido de Dios y lo que me ha venido de mis padres, mi hermano y la gente que me quiere. Me siento afortunada y esa dicha me hace desear seguir trabajando para que el mayor número de personas posible viva con mayor dignidad. 38-con-libiaLo dejo aquí por ahora pero, como siempre, “amenazo” con volver el próximo mes, por si aún os sigue interesando esta partecita tan linda del mundo en la que me encuentro. Un abrazo para cada uno y mis mejores deseos.

Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana