CARTA DESDE MANOGUAYABO

Manoguayabo, 24 de agosto de 2014

Queridos amigos:

Espero que estéis disfrutando de las vacaciones veraniegas, que estén siendo un tiempo de descanso, de dedicar tiempo a los seres queridos y, ojalá, también a los más necesitados de una manera u otra.

Por aquí ya hemos comenzado de nuevo las clases y, la verdad, casi no me he enterado de que estábamos en vacaciones por el ajetreo de actividades que ha habido. Este último mes ha estado marcado por la presencia entre nosotras de los participantes de la experiencia misionera de España: Isa, Ángela, Antonio, Fermín y Jose.

12 Con el grupo misionero

Ha sido una gozada tenerlos por aquí y compartir con ellos nuestra misión. Además de las actividades que han tenido con niños, adolescentes y jóvenes, de los talleres de Biblia y oración, de los talleres impartidos al profesorado… también han salido a visitar a los enfermos y necesitados, tanto de Bienvenido como de Hato Nuevo. Por la parte que me corresponde, me siento muy agradecida por lo que ellos han aportado a algunas personas. Estoy pensando, por ejemplo, en Odeta, una mujer haitiana de la que creo que no os he hablado hasta ahora. Ella vive en un lugar muy precario, con su marido y su nieta. Cuando la conocí, estaba solo regular, necesitando una operación para sacarle las piedras que tiene en los riñones. Estábamos en espera de conseguir dinero para ello cuando le dio una trombosis que le paralizó el lado derecho del cuerpo y la tumbó durante mucho tiempo. Su doctora le dijo que no podría operarla hasta que recuperara cierta movilidad, así que durante más de dos meses estuve yendo dos días a la semana a hacer ejercicios de rehabilitación con ella. Teníamos que hacerlo en la cama porque apenas se mantenía en pie.

12 Odeta acostada

Cuando llevé a Antonio y Fermín a visitarla, de inmediato dijeron que teníamos que levantarla y enseñarle de nuevo a caminar. Para Odeta era un reto grande, principalmente por el miedo que se le notaba que sentía. Pero la confianza en los chicos y su gran fuerza de voluntad la ayudaron a ir dando pasitos. Igual pensáis que exagero pero, para mí que he seguido su proceso durante estos últimos meses, así como para sus familiares y vecinos, verla caminar ha sido un pequeño pero gran “milagro”.

12 Odeta saludando
El acceso a su casa es muy malo, ya que hay que cruzar un estrecho caminito, nada uniforme por las piedras y las matas que tiene, y pasar por encima de unas tablas que se habían puesto para poder cruzar por encima del continuo fluir de agua que pasa por ahí, proveniente de los desechos de las casas vecinas que no tienen canalización alguna. Pasar por encima de este “puentecito” de tablas inestables era lo que más la asustaba a ella por la inseguridad que le generaba, así que, gracias a los misioneros, compramos cemento y gravilla para que su marido hiciera un puente en mejores condiciones. Ahora hay que seguir trabajando con ella, pero ya no es lo mismo, porque ahora ella sabe que “puede” caminar, aunque le suponga mucho esfuerzo. “Sabe que puede”, y eso es lo importante. Las cosas cambian cuando uno cree en sí mismo, ¿verdad?

Otra de las personas que han impactado mucho a los chicos, y a quien hago segunda protagonista de esta carta, es Chipi, la niña de siete años con VIH-Sida de la que os hablé un poco en mi anterior carta. Chipi vive con sus padres y sus dos hermanitas gemelas de menos de dos añitos. Se trata de una familia con muy pocos recursos económicos y, por desgracia, lo poco que gana el padre no siempre lo gasta en lo que debe. A Chipi le detectaron el VIH cuando tenía tres años, cuando por fin se decidieron a hacerle las pruebas para ver si su estado de desnutrición y su extrema vulnerabilidad a cualquier infección se debía a ello. Desde entonces se mantiene con las retrovirales, pero su debilidad impacta. Como os comenté, yo la conocí hace un mes y medio, cuando acababa de salir del hospital por una infección grave que había tenido. Me extrañó mucho que la hubieran dejado salir en ese estado, porque se la veía totalmente deshidratada, sin fuerzas para hablar ni moverse por sí sola. Inmediatamente le llevé todo el suero que tenía, así como vitaminas y otras cosas que pudieran fortalecerla, pero todo parecía poco viendo el estado en el que se encontraba. La persona que me había pedido que fuera a verla me dijo que nadie daba un chavo por ella, que era fácil que no saliera de esa. Y verdaderamente su estado físico es lo que mostraba.

12 Lidia y Chipi

En este momento Chipi sigue mal, y lo seguirá estando probablemente por multitud de motivos que podría daros pero que no creo prudente contar. Pero también es verdad que en las últimas semanas se le ha notado un cambio grande. De no querer salir de su casa, el día que los misioneros organizaron una actividad para los niños de su sector, ella estuvo. Y alguna que otra vez, me la he llevado conmigo a visitar a la gente de los alrededores de su casa. Tampoco quería comer nada cuando la conocí, y ahora no solo pide comida sino que la devora. En las primeras semanas de conocerla nunca la oí hablar ni la vi mostrar un gesto cariñoso. En los últimos días he oído una voz enérgica que salía de su cuerpecillo flaco, y no solo se me abraza fuerte cuando la cargo, o me da un beso a cambio de un trocito de chocolate, sino que cuando supo que los misioneros se iban lloró, porque ellos han sabido ganarse su cariño y su corazón.

12 Antonio y Fermin con Chipi

Todo esto me confirma que el amor mueve montañas. Hay cosas que, lógicamente, tienen que seguir su curso, pero otras pueden ser cambiadas. Y, en este caso, en la pequeña Chipi ha empezado a obrarse también un pequeño “milagro”. Una vez más, constato que esos pequeños milagros de la vida cotidiana son como rayitos de luz en medio de tanta impotencia y frustración como a veces se siente en este lugar ante ciertas situaciones. Muchas de ellas tendrían fácil solución en otros lugares, pero aquí hay ciertos condicionamientos que la impiden o, cuanto menos, la dificultan mucho. Pero ahí están la esperanza y la ilusión por seguir intentándolo, por hacer cada día lo que se puede, siendo conscientes de las debilidades pero también de las fortalezas que tenemos, constatando que Dios sigue impulsando nuestros pasos hacia sus hijos más predilectos por ser más débiles y estar más necesitados. ¡Es tan fácil encontrarle en ellos!
En fin, amigos, termino aquí mi carta. Hoy la oración os la pido por tantas personas como se están viendo afectadas por las tormentas eléctricas que este fin de semana están asolando el país. Varias provincias están en alerta desde el viernes y mucha gente ha tenido que ser evacuada de sus casas por las inundaciones, según vi ayer en las noticias. Donde nosotras vivimos la situación no es grave pero, aunque no salga en las noticias, estoy segura de que muchas familias de los alrededores, teniendo las casas que tienen, estarán bastante mojaditos desde ayer.
Un abrazo grande para cada uno y hasta pronto.

Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana