CARTA DESDE PEDRO SULA

San Pedro Sula, 26 de diciembre de 2022

Queridos amigos:

¡¡¡Os deseo una muy feliz Navidad!!!

Espero que todos os encontréis bien y que tengáis la posibilidad de disfrutar en familia del Misterio entrañable que celebramos en estos días del año. Porque, ciertamente, las fiestas navideñas se han banalizado tanto que, para mucha gente, se han convertido ya en otra cosa diferente a lo que debería hacer alusión.

Por aquí hemos tenido muchísimas actividades y celebraciones desde que os escribí el mes pasado. En noviembre seguimos teniendo los actos de clausura de los jardines de infancia puesto que, como creo que os comenté, aquí el curso escolar va de febrero a octubre. Asistí a los que pude y me gustó ver el esmero con el que las madres maestras prepararon todo y cómo lo disfrutaron los alumnos.

Luego vino la fiesta de la Inmaculada Concepción, patrona de nuestra congregación, con su novena correspondiente. Fue una preparación muy bonita para la fiesta porque invitamos a la gente a participar de la novena con nosotras. Es una manera de compartir nuestra espiritualidad y también de ir acompañando la fe de quienes nos rodean.

El 12 de diciembre, día de Nuestra Señora de Guadalupe, fue fiesta grande también en nuestra parroquia por llevar ese nombre. Las cuatro congregaciones que estamos en ella preparamos y dirigimos laudes ¡¡¡a las 5,30 de la mañana!!!, después de las mañanitas cantadas por mariachis. Por la tarde, eucaristía presidida por nuestro querido obispo Ángel Garachana. Y ese mismo día, entre medias, tuvimos la fiesta de navidad con las Madres Maestras. Me encantó tenerlas por primera vez a todas juntas, puesto que a algunas aún no las conocía.

Poco después empezamos las posadas, algo que tampoco había vivido antes y que es muy típico de estas tierras de Centroamérica y América Latina. Las posadas se hacen durante los nueve días anteriores a la Navidad, como preparación a la misma. Siempre comienzan con un canto en el que la mitad del grupo que se reúne pide posada, desde fuera de una casa, mientras que la otra mitad, desde dentro, le responde. Al final se termina abriendo la puerta, ofreciendo la posada a María y José y, todos ya dentro, se tiene una reflexión y oración compartida.

También he terminado ya un taller de discernimiento que he estado dando a dos formandas de la Institución de Jesús Buen Samaritano. Ha sido una experiencia bonita poder compartir durante tres meses con estas chicas de otra congregación y poder acompañarlas en su proceso formativo y de fe, algo muy propio de nuestro carisma.

En fin, como veis, he tenido un mes de diciembre muy celebrativo, de mucho compartir con la gente. Hacía muchos años que no tenía semejante preparación para la Navidad.

Afortunadamente, también he podido repartir alimentos (provisiones, como las llaman aquí) a muchísimas familias muy necesitadas, gracias a donaciones que hemos recibido por parte de personas muy generosas. Algunas provisiones las hemos entregado a través de los equipos de pastoral social de las comunidades más pobres de la parroquia, y otras directamente. Gracias a esto he podido conocer a gente que vive muy cerca de nosotras en chabolitas.

Por lo demás, sigo con la preocupación de conseguir el dinero que necesitamos para construir el jardín de infancia del que os hablé en mi última carta. Hemos presentado el proyecto en varios lugares, con la esperanza de que, poco a poco, vayamos consiguiendo los recursos necesarios. Ojalá en febrero podamos empezar ya a construir…

Hoy no me enrollo mucho, solo quería dar señales de vida y felicitaros. De corazón os deseo que podáis disfrutar estos días. Falta poco para que termine el 2022 y es momento apropiado para revisar lo que ha sido este año, agradecer lo positivo que nos haya traído a cada uno, aprender de los errores cometidos… y, de cara al 2023, os invito a plantearos algún reto al que vuestro corazón os pueda estar invitando, un reto que, de alguna manera, os haga ser mejores personas. A veces nos proponemos cosas imposibles por ser demasiado grandes, y eso termina no sirviendo para nada. Cada vez estoy más convencida de que los pequeños propósitos, los que tienen que ver con lo cotidiano de nuestra vida, son los que más nos ayudan a crecer, especialmente cuando tienen que ver con los demás.

Estos días, lógicamente, mi rato de oración diaria lo hago ante el Niño Jesús que hemos puesto en la capilla. Contemplarlo me ha hecho meditar mucho en lo maravilloso que es el hecho de que Dios haya decidido apropiarse de nuestra naturaleza humana para asumir todo lo nuestro, incluyendo el modo de venir a la vida e incluso la peor manera de morir. Nada nuestro le es ajeno. Contemplar la fragilidad que representa ese bebé, teniendo en cuenta al mismo tiempo el Misterio que representa, me hace ser consciente una vez más de que la vida es mucho más sencilla de lo que nosotros la hacemos… que el secreto está en vivirla desde la entrega cotidiana, en lo pequeño, a veces incluso en los detalles que no se ven pero que hacen más fácil la vida de los demás, cuidando la fragilidad de quienes nos rodean, no solo tratándoles con la dignidad que todos tenemos por ser imagen y semejanza de Dios, sino procurando potenciar sus dones, sus cualidades… Para esto creo que es fundamental saber mirar. Sí, saber mirar. Aclararnos la mirada para saber descubrir, como lo hicieron los pastores o los magos de Oriente… porque Dios se nos está manifestando continuamente, pero quizá nuestros ojos no saben mirar bien para ver, para descubrir a Dios en nuestra realidad cotidiana y en las personas que nos rodean.

Ojalá seamos capaces de ser tan sencillos, divinamente humanos y humanamente divinos, como este Niño que nos muestra el camino de la verdadera felicidad y de la salvación de tantas cosas que nos restan libertad y Vida.

Un abrazo para cada persona que me lea y mis mejores deseos, de corazón. ¡Hasta el próximo año!

Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana