CARTA DESDE MANOGUAYABO

Manoguayabo, 9 de noviembre de 2015

Queridos amigos:

Sé que aún no hace un mes que envié mi última carta, pero llevo varios días “escribiéndoos en mi mente”, así que aprovecho hoy que no tenemos clase para ponerme a ello. El viernes se celebró el día de la Constitución, pero pasaron la fiesta al día de hoy. Raro, ¿verdad? Pues así es.

Estamos teniendo un mes de noviembre bastante fresquito. De hecho, ¡¡¡llevo tres o cuatro noches “medio tapándome” con la sábana!!! La verdad es que la temporada ciclónica de este año -que ya estamos a punto de terminar- se está despidiendo con vaguadas diarias. Absolutamente todos los días tenemos tormentas con truenos y relámpagos, unos días llueve más y otros menos, pero todos llueve, y hay lugares que enseguida se inundan. Y, al contrario de lo que suele ocurrir aquí, por lo general la lluvia no está dejando humedad caliente, sino fresquita. Es algo que se agradece…

26 Suelo inundado

A causa del super-aguacero que cayó el sábado por la tarde, se canceló un operativo médico que teníamos programado para ayer domingo por la mañana. Bueno, en realidad lo hemos pospuesto para el próximo domingo, a ver si se puede tener…

Lo que sí que se pudo llevar a cabo el sábado pasado fue una campaña para ofrecer el seguro nacional a quien no lo tenga. Como estamos ya en tiempos previos a las elecciones, están dándolo con muchas facilidades para ganar votos, hasta el punto de venir a ofrecerlo a barrios y bateyes como el nuestro. Afortunadamente, pudieron solicitarlo 91 personas. Claro, dominicanas y con cédula (el documento nacional de identidad de aquí), lo cual deja fuera, como siempre, a los más desfavorecidos… pero bueno, nos quedaremos esta vez con la parte positiva, y es que, al menos, lo pudieron sacar quienes cumplían los requisitos.

Y a algunos de los que no tienen esa posibilidad, los seguimos ayudando nosotros gracias a vuestra colaboración. Es, por ejemplo, el caso de Odeta, a quien ya conocéis porque os he hablado de ella en otras ocasiones. Por refrescar la memoria, es una mujer haitiana con muchos problemas. Es la típica en la que se cumple el refrán ese de “a perro flaco todo se vuelven pulgas”, y no precisamente porque ella esté flaca… Hace ya más de un año la llevamos al médico por un dolor muy grande que tenía y le detectaron piedras en la vesícula. Estábamos haciendo gestiones para que pudiera operarse y de pronto le dio una trombosis que le paralizó medio cuerpo y la tumbó en la cama. Durante varios meses yo estuve yendo a su casa cada dos días para hacer con ella rehabilitación, de tal manera que fuera recuperando el movimiento. Me da risa recordar las sudadas que me eché allí, en esa casa tan pequeña, con el calor que suele hacer y teniendo que ayudarla yo a hacer los movimientos de las piernas, ¡con lo que cuesta moverla por lo obesa que está! Después le conseguimos un andador y, con la ayuda de los misioneros que vinieron el año pasado de España, empezó a caminar con cierta dificultad. Después le salió una úlcera en el estómago y tuvimos que esperar que se le curara con un tratamiento muy costoso. Cuando superó eso y empezamos de nuevo el procedimiento para la operación, se le disparó la tensión y no había manera de bajársela… en fin, una detrás de otra. En las dos últimas semanas hemos ido dos veces al hospital. La primera, porque tenía cita con la gastroenteróloga, por otra cosita que le salió. Y la segunda, con el cardiólogo, pero éste se limitó a mandarla a urgencias por lo alta que tenía la tensión en ese momento y me dijo que no sabía si el cirujano iba a autorizar una operación para alguien así.

26 odeta en silla de ruedas

Como dicen aquí, “se coge mucha lucha” en los hospitales, por lo que cada vez que nos dan una nueva cita nos echamos a temblar. Y eso que, al menos, ya no tenemos que sufrir la odisea de encontrar una silla de ruedas para montarla al bajarla del taxi. Optamos por comprar una que encontramos en oferta porque, cada vez que íbamos al hospital, tardábamos entre 30 y 50 minutos para conseguir una. Aquí te lo ponen difícil, a menos que “sueltes los cualtos”, claro. Pero me parece denigrante tener que “pagar para usar algo que está para ser usado” por los pacientes… en fin, que no sé qué pasará con la pobre Odeta, si podrá algún día operarse y llevar una vida un poco más normal, o si tendrá que vivir hasta el fin de sus días con esas piedras.

De los otros proyectos, puedo contaros que esta próxima semana van a ir tres mujeres a sacar el acta de nacimiento de sus hijos. Son actas haitianas, pero al menos estarán documentados. Del resto, estamos ya actualizando los datos, para ver en qué situación están cada uno, y vamos a contactar con gente que está especializada en el tema de los niños. Es la segunda parte del proyecto “Sin papeles no soy nadie”.

Las clases de alfabetización siguen bien. Como os comenté en la última carta, tuvimos la reunión de padres hace un par de semanas. Asistió la mayoría. Estuvieron muy atentos y se mostraron muy agradecidos por lo que estamos haciendo con sus hijos. Hubo un momento francamente emotivo.

26 reunion de padres 1 Sin embargo, y a pesar de toda la motivación que les dimos para que valoren a sus hijos, los traten con cariño y se interesen por sus cosas… el jueves pasado ocurrió algo que no consigo que se me vaya de la mente. Resulta que, como todos los jueves, me reuní con las maestras para evaluar la semana y planificar la siguiente. De pronto, empezamos a escuchar unos ruidos fuertes y rítmicos junto con gritos de niños. Tuvimos que dejar de hablar y, al ver las caras de las maestras, pregunté qué estaba pasando. Una de ellas, que vive allí mismo, me dijo “es la mamá de xxxx, que le está dando golpes, como siempre”. Se trataba de uno de nuestros chicos, que vive justo enfrente de la casita donde damos las clases. Yo no salía de mi asombro, sobre todo porque esa mujer siempre está sonriente y me parecía muy buena gente. Le pregunté a la maestra si, al ser vecinas, no tenía confianza con ella como para decirle algo y, cuando me dijo que estaba cansada de decirle, les pregunté si creían que debía ir yo. Todas me dijeron sin dudarlo que sí, así que me levanté y fui hasta la puerta de la casa. Tardó en oírme por el ruido de los latigazos y de los gritos de los niños y, cuando al final salió, le pregunté qué estaba haciendo. No os lo creeréis, pero me lo contó tranquilamente, como si fuera lo más normal del mundo. Los niños habían encontrado un papel, lo habían liado como si fuera un cigarrillo y lo habían prendido para fumárselo. Entonces ella cogió la correa y empezó a darle a los cuatro sin parar. El más pequeño tiene un año… Cuando le dije que si seguía pegándoles iba a llevar a la policía y a la gente de asuntos sociales, ella me dijo que los niños tienen que aprender y que, además, la correa con la que ella les daba era pequeña, ¡como si eso disminuyera el dolor y el maltrato! Pero se asustó con mi comentario.

26 niño

Me dolió profundamente la situación, la verdad, sobre todo porque aquí la gente sigue pensando que los niños aprenden a base de palos, y no hay manera de hacerles entender que eso no es así. Luego, al irme, le dije con más calma que los niños aprenden de lo que ven y de lo que reciben, que una cosa es darle un día por algo justificado y otra muy distinta es matarlos a golpes todos los días… bueno, y todas esas cosas que se suelen decir en esos casos a los padres, pero, sinceramente, no creo que la convenciera. Curiosamente, ayer me la encontré en la iglesia. Digo lo de curiosamente porque yo nunca la había visto allí ningún domingo, aunque igual es que me ha pasado desapercibida… En el momento de la paz fui a dársela y ella se sorprendió. A mí me sorprendió que se sorprendiera, pero creo que igual es algo positivo. Otro día me sentaré con ella a hablar con más tranquilidad.

Y con quien me quiero sentar también a charlar algún día es con una chica en la que no había reparado hasta la semana pasada. Resulta que ya me iba, al terminar la misa el domingo día 1, cuando mi compañera Ana me llamó para que atendiera a una persona. Me llevó al costado de la iglesia y allí había tirada en el suelo una chica lindísima, haitiana, de piel muy morena. Parecía como muerta, pero la toqué y me quedé tranquila al ver que tenía pulso. Mandamos a buscar el aparato de tomar la tensión y, mientras, le pregunté a la que la acompañaba si es que se había mareado. Me dijo que no, que no era por mareos sino “por un santo”. Yo no entendí la respuesta, así que le pregunté a Ana qué quería decir y me dijo que “se había montado”. Fue entonces cuando recordé algunas de las historias que me han contado sobre el vudú y sobre ciertas prácticas que realizan algunos de los hermanos haitianos, por las cuales dicen que los espíritus poseen a las personas y algunas llegan a montarse por las paredes y el techo, y a hacer cositas de lo más variado. El caso es que le tomamos la tensión a la chica y estaba absolutamente normal, aunque ella seguía como desmayada. Me ofrecí a ayudar para llevarla a su casa pero me dijeron que era mejor dejarla tranquila por un rato, así que allí las dejé y me fui a visitar a un viejito al que eché en falta en misa.

Ha sido mi primera experiencia de encontrarme alguien en esas circunstancias, “montada”. De broma al llegar a casa y contarlo dije que estaba un poco decepcionada porque hubiera sido más divertido verla subir por las paredes, pero soy consciente de que no es un tema con el que se deba bromear mucho por aquí. Como me dijo una de las hermanas, durante estos días que rodean a la fiesta de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, los brujos de estos lares suelen tener mucho trabajo… Así que ¡más vale no meterse donde a una no la llaman!

Bueno, pues voy terminando porque se ha hecho de noche y veo que ya es casi la hora de nuestro rezo comunitario. Siento que me haya salido la carta más larga de lo habitual, pero me acordé de la anécdota y me apetecía contárosla.

Mis mejores deseos a todos para lo que queda de este mes de noviembre, mes de la familia. ¡Cultivemos el mejor de los dones que nos ha regalado Dios!

26 Ana con nieto

Un abrazo fraterno y lleno de cariño,

Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana