CARTA DESDE SAN PEDRO SULA

El Tabor, Valle de los Ángeles, Tegucigalpa, 20 de noviembre de 2022

Queridos amigos:

Os escribo en este último domingo del tiempo ordinario, antes de empezar un nuevo Adviento, y lo hago en un sitio privilegiado, el que ha sido mi lugar de Ejercicios Espirituales durante esta última semana.

Os encantaría este lugar. Estoy en una casa de espiritualidad un tanto peculiar, situada en un bosque de pinos, en una zona bien alta. La mayoría de mis ratos de oración los he hecho sentada a la puerta de mi cabaña, frente a un escenario maravilloso, oyendo el continuo susurro provocado por la brisa al contacto con la vegetación… Es impresionante pararse y tomar conciencia de nuevo de la vida que habita toda la creación, esa interioridad inherente a todo lo creado, que puja por seguir desarrollando lo mejor de sí, no solo en los momentos fáciles en los que solo hay que dejarse llevar, sino especialmente en los difíciles, cuando las circunstancias son adversas. Y es que… nada hay imposible para Dios, ni siquiera que la vida sea capaz de surgir en el cemento…

Para mí han sido días de sentirme parte de un todo, de profundizar en mi vida, de descansar en Dios y, por supuesto, de orar por todo y por todos. En ese todo y todos estáis incluidos quienes me leéis y quienes en algún momento habéis formado parte de mi vida. Y están incluidos también los nuevos proyectos que llevo entre manos, especialmente el acompañamiento de una comunidad eclesial de base, de la pastoral social de las ocho comunidades que forman la parroquia y el proyecto de Madres Maestras, del que ya os hablé en mi primera carta.

En cuanto a la pastoral social, la semana pasada me fui reuniendo con cada uno de los equipos de cada comunidad. Fue un empacho de reuniones, la verdad, pero realmente me ayudó a conocer, a situarme, a detectar necesidades y plantearme qué tipo de acompañamiento necesitan estos equipos.

Respecto al proyecto de Madres Maestras os cuento que, a lo largo de este mes, entre otras cosas, he seguido visitando los jardines que me faltaba por conocer. En este momento ya han terminado las clases para los alumnos, puesto que aquí el curso va de febrero a finales de octubre. En estas semanas todos los jardines están celebrando sus actos de clausura, despidiendo a los que van a ingresar en la escuela de primaria, y promocionando dentro del jardín a los pequeños de kinder que pasan al curso de preparatoria. Pero este año todos los alumnos van a tener una sorpresa con la que no cuentan, y es que van a recibir un juguete donado por otros niños. Así es. Resulta que a finales de octubre me invitaron a contar a todos los alumnos del colegio San Vicente en qué consiste nuestro proyecto, y ellos decidieron montar una feria del juguete, en la que cada cual traía algo para regalar a los niños de nuestros jardines. Ha sido una experiencia muy bonita de solidaridad que está haciendo felices a todos estos niños que no cuentan con juguetes.

De cara al próximo año hay algo que me preocupa, y es que tenemos que construir, al menos, un jardín. Digo lo de “al menos” porque en realidad hacen falta dos, pero vamos a ir priorizando por si no llegamos a todo. Os cuento… Resulta que en un lugar llamado Puerto Escondido, en el sector Rivera Hernández, tenemos un jardín llamado “Arrullitos de María”. Este jardín consiste en una casa pequeña que ya existía cuando se adquirió el terreno, y que ha hecho su función durante estos años, pero que no ofrece condiciones dignas para el aprendizaje, puesto que no reúne los requisitos mínimos de espacio y de ventilación en función del número de alumnos que hay.

Las veces que he ido me ha impresionado ver a tres niños sentados pegaditos en el mismo pupitre, sin apenas tener espacio para escribir, y sin poder usar otro tipo de mesas por el reducido espacio con que se cuenta.

Además, este es uno de los dos jardines de los que os hablé en mi primera carta, cuando os contaba que tuve que ir a desalojarlos porque continuamente están en peligro de inundarse. Pues bien, mi prioridad en este momento es construir un nuevo jardín en la parte de atrás del terreno, suficientemente grande como para atender a 40 niños, y elevado al nivel de una segunda planta, para evitar los riesgos de inundaciones. Lógicamente, construir no es barato, de hecho, el presupuesto de la construcción asciende a 72.000 euros. Voy a presentar el proyecto a KORIMA y a otras entidades, y ya tenemos planeadas varias actividades y gente a la que vamos a pedir donaciones concretas para reunir el dinero necesario. De hecho, ayer ya se organizó un evento en Madrid para recaudar fondos. En él, Consuelo Martínez, la fundadora de Madres Maestras, dio su testimonio en la parroquia Santa María Madre de Dios y se está vendiendo un libro sobre ella que solo cuesta 10 euros. Si alguien quiere comprarlo puede hacerlo a través del enlace que hay en la web de KORIMA. Y si alguien simplemente quiere hacer un donativo, del importe que sea, también puede hacerlo a través de KORIMA, especificando que es para este proyecto concreto. Sabéis que nunca he pedido dinero así de abiertamente, pero en esta ocasión realmente lo necesito.

En relación con esto, os cuento que en las últimas semanas he presenciado un espectáculo increíble. Nuestra casa está rodeada por un muro. Mi habitación está en el piso de arriba, de tal manera que mi ventana queda por encima del muro. Pues bien, de pronto, al mirar por la ventana, varios días diferentes, siempre por la tarde, me he dado cuenta de que por encima del muro había una procesión de hojitas verdes caminantes. Jajajajaja, como os digo… cientos de hojitas, de considerable tamaño, se movían en fila india, todas al mismo paso. Al aguzar la mirada, ya me di cuenta de que se trataba de pequeñas hormigas cargando sobre sí hojas grandes.

Os aseguro que el espectáculo es digno de ver, aunque creo que en la foto no se aprecia muy bien. El caso es que esas hormigas están muy bien organizadas, y algo grande deben estar construyendo, a juzgar por las muchas que son, lo mucho que cargan y los días que llevan. Eso me hace pensar que si las hormigas, bien organizadas, pueden construir algo grande… ¿no vamos a poder nosotros construir el jardín si cada uno aportamos algo? Estoy absolutamente convencida de que es posible.

Bueno, pues me voy despidiendo. Muchas gracias por estar ahí, por acompañarme con vuestros ánimos y con vuestra oración. Volveré el próximo mes contando más cositas. Hasta entonces, un abrazo grande y mi oración por cada uno de vosotros.

Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana