Batey Bienvenido, Manoguayabo, 30 de agosto de 2018
¡Hola a todos!
Como siempre, espero que os encontréis bien. Imagino que, según la parte del mundo en la que os encontréis, algunos seguiréis de vacaciones, otros las estaréis comenzando o terminando y otros, como nosotros, os encontraréis “en plena faena”.
Mucho ha ocurrido desde mi última carta. Como os decía al final de la misma, a mediados de julio celebramos nuestro primer Capítulo Provincial. Fueron días bonitos de compartir entre todas las hermanas, revisar el camino recorrido en los dos últimos años y proyectar el próximo trienio, en función de lo que consideramos que Dios nos está pidiendo. Las hermanas me volvieron a encomendar el servicio de la Economía Provincial para el próximo trienio, así que ando viendo cómo organizarme para poder llevar todo adelante de la mejor manera.
Nada más volver, urgía abrir el plazo para inscripciones en La Escuelita, porque aquí las clases empiezan en la segunda quincena de agosto. La verdad es que nos hemos visto desbordadas por la cantidad de niños y adolescentes que han querido inscribirse. Una de las pocas escuelas que hay en el batey cerró el curso pasado por el lamentable estado en el que se encuentra. Se ve que el Ministerio de Educación no piensa gastar dinero en arreglarla. Hicieron un apaño enviando algunos cursos a otra de las escuelas (obviamente, reduciendo considerablemente la jornada escolar de todos los alumnos), pero hay otros cursos que se han quedado en la calle. Así que vienen a La Escuelita con la esperanza de poder seguir aprendiendo…
Además de empezar a inscribir, hubo que hacer algunas obras en la casita donde damos las clases, pintar, limpiar, ordenar, ¡y comprar más sillas para que puedan sentarse todos los inscritos!… Gracias a Dios conseguimos tenerlo todo a punto para comenzar las clases en la fecha prevista.
Los otros proyectos siguen adelante. Últimamente han llegado casos muy tristes. Varias mujeres y hombres de los que ayudo han sido atrapados en los dos últimos meses por los de Migración y llevados a Haití. Realmente pasan muchas miserias para conseguir volver aquí a reunirse con su familia…
Otro caso que me ha conmovido mucho es el de Magarette, una mujer que vivía con su marido y sus 5 hijos en Haití. Hace tres semanas, de pronto, el marido murió y quedó allá totalmente desamparada. Como su madre vive en el batey, envió a los dos hijos mayores (de 11 y 9 años) para acá solos, y ella se vino tres días más tarde con los pequeños. Sus pocas pertenencias se las trajeron varios días después porque ella no podía cargar nada aparte de los niños. Tardaron varios días en llegar porque es mucho lo que tuvieron que caminar. Ella totalmente destrozada por la pérdida inesperada de su esposo, sin un céntimo… Le inscribí a los niños en la Escuelita y la estamos ayudando con comida. También la próxima semana la llevaré a la embajada para que se haga su pasaporte. Está muy agradecida, pero el dolor lo sigue llevando por dentro: su rostro no engaña.
Por último, me llegó al alma lo que vino a contarme una mujer sobre una de sus hijas adolescentes. La teníamos el curso pasado en la Escuelita. Resulta que un vecino que vive enfrente de ellos la agarró, le tapó la boca con un trapo y la escondió en su casa. Nadie la encontraba, los padres estaban preocupados, fueron a la policía… y nada. Al día siguiente, una vecina vio algo raro y se imaginó dónde estaba la niña. Por fin pudieron rescatarla, pero… la había violado. La muchacha estaba deshecha, y los padres decidieron enviarla a la capital con una tía, por alejarla un poco del lugar. Ya os podéis imaginar el dolor de esa familia…
Por lo que toca al proyecto Sin Papeles No Soy Nadie, siguen llegando todos los días casos de niños sin declarar y sigo llevando cada jueves gente a la embajada para hacer sus pasaportes… ¡esto no tiene fin!
Eso sí, ellos van y hacen sus pasaportes, pero luego les toca esperar meses y meses hasta que llegan (eso, los que tienen suerte, porque a algunos ni siquiera les llega). Cuando en julio me fui a Honduras, acababan de llegar los pasaportes que hicimos en el mes de octubre de 2017. A fecha de hoy no han vuelto a llegar más pasaportes.
Por otra parte, el proceso de entrega de los carnets renovados de regularización migratoria ha terminado esta semana, pero a más de 20.000 personas le han cancelado el proceso o han sido puestos en observación. Es una injusticia grande, porque es gente que realmente depositó todos los requisitos que se pidieron hace dos años y medio, y gastaron mucho dinero para poder hacerlo. Y ahora se ven todos sus esfuerzos frustrados. Además, la corrupción se metió de nuevo en el proceso y alguien de dentro se ha dedicado a “vender identidades” de gente que se inscribió en el Plan de Regularización. Me enteré que las estaban vendiendo a 8000 pesos dominicanos, unos 150 euros. Es lo que gana el personal de apoyo de la escuela pública y el doble de lo que gana una empleada doméstica, así que, aquí, es una suma considerable. Por supuesto, en cuanto supe la noticia fui a la embajada de Haití y lo denuncié. La amiga que tengo allí me dijo que ya eran conscientes de la situación y que lo iban a resolver pidiendo las huellas digitales a la gente. Quien haya cometido fraude tendrá que pagar las consecuencias. Lo malo es que los corruptos que se han dedicado a eso quedarán impunes, como suele pasar.
Cuando pregunté en la embajada de Haití qué iba a pasar con la gente a la que han cancelado, me dijeron que van a volver a revisar los expedientes y probablemente a aquellos que tienen pasaporte se lo acepten.
Allí mismo me pasaron el contacto de una organización que está presionando al Gobierno para que arregle estos asuntos. Ya les estoy haciendo una recogida de datos de los casos que hay en el batey, y también los convencí para montar un operativo aquí y que vengan a dar información de todos estos temas. Esperemos que todo salga bien y que ayude a muchos.
Bueno, pues ya os seguiré contando. ¡Un abrazote grande y hasta el próximo mes!
Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana