San Pedro Sula, 28 de febrero de 2023
Queridos amigos, ya terminando el mes de febrero… ¡que rápido pasa el tiempo!
Y cuando se está sin parar, aún más. Al igual que enero, este mes ha sido intenso para mi porque, aparte de lo cotidiano y de lo congregacional, he visitado todos los jardines de infancia para reunirme con cada equipo de Madres Maestras, conocerlas mejor a ellas, así como las peculiaridades de cada jardín. Solo en dos de ellos coincidí con los niños y fue una gozada verlos. Las próximas rondas ya las haré en horario de clases, así que los iré conociendo a todos.
Al final este año nos hemos quedado con 17 jardines, puesto que dos de ellos han quedado “dormidos” por el momento por diferentes motivos. Aun así, el trabajo que hay detrás para coordinar todo es grande, especialmente para reanimar buenas prácticas que había antes de la pandemia, así como para comenzar otras que son importantes.
Como he mencionado anteriormente, para mí es importante cuidar a estas mujeres que, de manera voluntaria, hacen este trabajo tan bonito con los pequeñuelos. En estas últimas semanas he vuelto a tener oportunidad de hablar con algunas de ellas, de conocer sus historias y de palpar cómo este programa de Madres Maestras les ha ayudado a salir de ciertas tinieblas en las que vivían por las circunstancias que les ha tocado vivir. Hace un par de días, hablando con una de ellas, me dijo que su vida había sido tan dura (por maltratos físicos recibidos desde siempre, primero por un familiar y luego por su marido) que nunca pensó que ella misma tuviera tanta capacidad de amar y de regalar ternura a los niños, puesto que su actitud siempre fue la de estar a la defensiva, de protegerse… y es ahora que ha descubierto el gran regalo que para ella misma es regalar a los niños -los suyos y los otros- el amor que tiene dentro. Y todo, gracias a los talleres de formación que ha ido recibiendo en nuestro programa.
En cuanto a la pastoral social, en febrero hemos tenido la primera reunión de formación sobre Doctrina Social de la Iglesia, que será el tercer domingo de cada mes. Elegimos la encíclica Fratelli Tutti del papa Francisco para empezar. Al igual que pasó con el retiro que tuvimos en enero, la participación fue buenísima. Es una pasada ver que la gente está tan deseosa de formarse y que acoge todas estas iniciativas con gusto.
Aparte de esta formación mensual, vamos a ofrecer talleres en los que los participantes puedan aprender cosas útiles tanto para su uso personal como para vender y obtener así una ayudita. Ya el sábado pasado ofrecimos el primero, sobre fabricación de jabones. Le pedí a una Madre Maestra experta en el tema que lo impartiera y los 28 participantes que estuvimos quedamos encantados. Cada uno pudimos hacer un jabón de tocador, desinfectante, jabón universal económico y universal refinado. Me encantó el ambiente que hubo, así como el hecho de que se apuntaran hombres, mujeres y jóvenes. Fue un taller muy familiar y participativo.
Otra iniciativa que hemos puesto en marcha este mes es unos encuentros de profundización en la fe y discernimiento vocacional para jóvenes. Los estamos preparando y realizando las tres hermanas que formamos la comunidad, lo cual hace la experiencia aún más bonita por el hecho de organizarla juntas. El primero fue muy bien y los jóvenes quedaron encantados de lo vivido. Este próximo sábado tendremos el segundo y confío que también les ayude. Realmente aquí, como en todas partes, hace falta mucho acercamiento a los jóvenes para ofrecerles propuestas que les ayuden a conocerse, a situarse ante este mundo tan complejo y a ir descubriendo lo que están llamados a vivir para ser verdaderamente felices.
Por último, creo que en algún momento os conté que estaba acompañando dos grupos de habla inglesa de los que están haciendo el itinerario congregacional para laicos y religiosas “Apóstol, dale click a tu corazón”. Pues bien, os cuento que todavía sigo con el acompañamiento del grupo de Asia Este, pero el de West Palm Beach (EEUU) ya ha terminado todo el proceso. Para mí ha sido -y sigue siendo- una maravilla poder ser testigo de lo que estas mujeres han conseguido profundizar, compartir, vivir… Realmente me siento afortunada de poder acompañarlas.
Bueno, pues va siendo hora de despedirse. Confío que todos los que me leáis os encontréis bien y que tengáis una buena entrada de mes. Un abrazo grande para cada uno y mis mejores deseos.
Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana