CARTA DESDE MANOGUAYABO

Manoguayabo, 8 de febrero de 2014

Queridos amigos:

Mis mejores deseos desde esta otra parte “del charco”. Confío que todos os encontréis bien de salud y de ánimos.

Vuelvo a escribiros para compartir algo de lo que voy viviendo en mi día a día. Últimamente he reflexionado mucho sobre “el tiempo”. Puede sonar extraño, pero, ciertamente, así ha sido. La verdad es que mi manera de vivir el tiempo aquí es muy distinta a como lo vivía en España, por lo que supongo que se debe a eso. Lejos quedó el estrés de los últimos años. Y eso no quiere decir que aquí esté parada, ¡ni mucho menos!, sino que la manera de vivir, afortunadamente, es distinta, y los agobios que pueda sentir no se deben a la falta de tiempo. De hecho, reconozco que mis dos primeros meses aquí tuve que “aprender” a vivir de otra manera y a no sentirme mal incluso por tener un rato libre para leer con tranquilidad, o para disfrutar de una puesta de sol, o para cualquier otra cosa que no estuviera relacionada con el trabajo. Doy muchas gracias a Dios por esto, porque realmente me ayuda a disfrutar de pequeños momentos, e incluso a reconocer mucho más Su Presencia en lo cotidiano.

Algo que sigue sorprendiéndome mucho, y que ya os mencioné en mi carta de navidad, es el uso del tiempo que alguna gente hace aquí. Cuando camino por las calles del Batey donde vivo, me encuentro muchas personas sin hacer nada. Mujeres siempre sentadas a la puerta de su casa charlando, hombres jugando al dominó o simplemente viendo pasar el tiempo. Ciertamente, en esta zona el trabajo escasea, pero yo veo tanto por hacer que me da pena sentir esa pasividad. Me da pena que no se aproveche bien el tiempo y, sobre todo, que no se lo llene de sentido.

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Pero mi reflexión, sobre todo, ha ido más en la línea de constatar –y también aceptar con mayor profundidad- que los tiempos de Dios no son nuestros tiempos, pero sus tiempos siempre son los adecuados; es cierto que hay que sembrar continuamente, pero sabiendo que los frutos llegarán cuando tengan que llegar, en el momento oportuno, ni antes ni después. No por mucho desear ver la luna, va a salir antes. Y no por tener mucha prisa en arreglar el mundo, ni las injusticias ni el hambre van a desaparecer antes. Ya lo dice el sabio texto del Eclesiastés 3, 1-14: Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: tiempo de nacer y tiempo de morir… tiempo de destruir y tiempo de construir, tiempo de llorar y tiempo de reír, tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar… tiempo de abrazarse y tiempo de separarse, tiempo de buscar y tiempo de perder, tiempo de guardar y tiempo de arrojar… tiempo de callar y tiempo de hablar, tiempo de amar y tiempo de odiar, tiempo de guerra y tiempo de paz… Os invito a leerlo entero en vuestra Biblia.

Cuando veo y vivo ciertas cosas que pasan aquí, cosas que me indignan mucho, me gustaría poder cambiarlas de golpe. Pero soy consciente de que no puede ser. Algunas pueden cambiar con el tiempo, pero hay que vivir el proceso hasta que ello sea posible, teniendo siempre en cuenta todas las circunstancias del entorno, sin perder la esperanza ni la ilusión del posible cambio. Pero lo que quiero transmitiros lo dice mucho mejor que yo el Papa Francisco en su magnífica Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, en los números 222-225, bajo el título “El tiempo es superior al espacio”. Permitidme que os copie un extracto, aunque os recomiendo que la leáis entera:

Hay una tensión bipolar entre la plenitud y el límite. La plenitud provoca la voluntad de poseerlo todo, y el límite es la pared que se nos pone delante. El «tiempo», ampliamente considerado, hace referencia a la plenitud como expresión del horizonte que se nos abre, y el momento es expresión del límite que se vive en un espacio acotado…De aquí surge un primer principio para avanzar en la construcción de un pueblo: el tiempo es superior al espacio. Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. Es una invitación a asumir la tensión entre plenitud y límite, otorgando prioridad al tiempo… Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación… Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad…El Señor mismo en su vida mortal dio a entender muchas veces a sus discípulos que había cosas que no podían comprender todavía y que era necesario esperar al Espíritu Santo (cf. Jn 16,12-13)…

La verdad es que la tarde de ayer fue bastante dura. Una de las personas a las que visité es una señora muy mayor que siempre está por ahí caminando. Nos avisaron que llevaba 8 días sin salir de su casa, muy malita. Cuando mi compañera y yo llegamos, nos dijeron los de la tienda de al lado que morirá de un momento a otro. Al entrar en el cuartucho en el que vive, se me cayó el alma a los pies. Todo estaba sucísimo y lleno de cosas viejas. Ella, sentada en el único hueco libre que había en el suelo, con las rodillas encogidas. Su figurita, esquelética, sucia y maloliente, llena de bichos alrededor.06 Cuartucho Al rato quiso incorporarse para tumbarse en la cama, pero no tenía fuerzas, así que tuve que levantarla yo. Le até bien el pañal sucio que tenía puesto e intenté ajustarle la falda, pero sin resultado, porque en esa falda entraban dos como ella. La cogí en brazos para subirla a la cama y estoy convencida de que no pesa ni 20 kilos. Está totalmente deshidratada. Y sola. Lo triste es que tiene mucha familia en el barrio, pero no se han ocupado de ella… al menos hasta hoy. Esta mañana volví a visitarla y me encontré allí a dos de sus familiares. Como los de la tienda les habían contado que nos quedamos indignadas por su estado y que teníamos intención de llevarla el lunes al médico, se ve que les ha dado vergüenza y han ido a lavarla y a llevarle un poco de leche. Se han comprometido a hacer que la vea el médico, pero ha hecho falta que interviniéramos nosotras para que ellos hicieran lo que debían. ¡Qué triste, verdad? Pero así son las cosas. Ayer nos quedamos con una gran impotencia y frustración por no poder hacer más por esa viejita. Pero nuestra visita, sin ser nosotras conscientes de ello, ha servido para poner en funcionamiento un dinamismo familiar, espero y confío que aún “a tiempo”.

No sé si llego a explicarme bien, porque me resulta complicado. En palabras del Papa, no podemos resolver todo el presente, pero podemos iniciar procesos que generen dinamismos nuevos e involucren a otros, si prisas ni agobios, pero sin pausas ni excusas. Y eso lo podemos hacer todos, cada cual en lo que te toca vivir. Es más, estamos llamados a hacerlo, dando así sentido a nuestras acciones y a nuestros tiempos, siendo cómplices del Kairós de Dios.

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A Él le pido que nos enseñe a vivir el tiempo con hondura, profundidad, esperanza, ilusión renovada y sabiduría, sin obsesionarnos por los resultados inmediatos y soportando con paciencia las situaciones adversas y difíciles, haciendo de verdad en cada momento lo que se está haciendo, como si todo dependiera de nosotros, pero sabiendo que está en manos de Dios.

Un abrazo y hasta pronto,

 

Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana