Batey Bienvenido, Manoguayabo, 30 de octubre de 2019
Queridos amigos:
Aquí vuelvo, intentando ser fiel a mi cita mensual con vosotros, con la confianza de que todos os encontréis bien.
Se está terminando ya este mes de octubre, un mes misionero y claretiano por excelencia, pero este año aún más por haber sido convocado de manera extraordinaria por nuestro papa Francisco. Ojalá todas las actividades que se han realizado a lo largo y ancho del mundo sirvan para crear más conciencia misionera en todos nosotros y que, poco a poco, se vayan viendo los frutos.
Con motivo de este mes misionero, una de mis hermanas y yo tuvimos un encuentro con adolescentes el sábado pasado, en una comunidad llamada El Caimito, por el centro del país, y aprovechamos los materiales misioneros de la OMP para profundizar en el sentido misionero que el bautismo le da a nuestra vida. Creo que les gustó mucho el testimonio que les dimos sobre nuestra vocación misionera.
Y con motivo del mes claretiano, el domingo también participamos en el Encuentro Nacional de Jóvenes Claretianos del país que cada año organizamos desde la Familia Claretiana. Este año el lema fue “Tu Palabra nos envía”. Fue un día bonito en el que compartimos la eucaristía, diferentes talleres organizados por cada rama de la Familia Claretiana y presentaciones que los diferentes grupos de jóvenes habían preparado para la ocasión.
Por lo demás, hemos seguido con las actividades habituales, los lunes y sábados por la tarde atendiendo gente en la oficina, los miércoles llevando gente a la embajada a hacer su pasaporte o a recogerlo y, semanalmente, cuidando que todo funcione bien en La Escuelita, visitando enfermos, preparando cada quince días el pedido de alimentos que repartimos a familias necesitadas… A mediados de mes tuvimos la primera reunión de padres de este curso de los niños de La Escuelita. La hicimos en el local donde atiendo a la gente, puesto que el número de alumnos ha aumentado tanto en estos últimos años que ya no cabemos en La Escuelita para reunirnos. La verdad es que fue todo muy bien. Como siempre, lo organicé de tal manera que cada una de las maestras diera formación sobre algún aspecto: alimentación adecuada, normas de higiene, importancia del juego y del afecto… y, por supuesto, las normas que tenemos en La Escuelita. Los padres salieron contentos y animados para procurar ser más responsables en la educación de sus hijos.
También se alegraron al saber que ya íbamos a entregar la camiseta del uniforme. No había hecho el pedido hasta ahora porque aún seguían viniendo familias para inscribir a sus hijos, pero como ya es imposible apuntar a nadie más porque no nos queda casi espacio para movernos, cerré definitivamente la lista e hice el pedido. Así que ya, cada día, se puede ver en el batey un reguerito de chicos vistiendo orgullosos la camiseta de su uniforme…
Hasta aquí las noticias buenas o agradables. Pero, como en todas partes, la vida no es fácil para todo el mundo. Y ahora que os escribo y repaso mentalmente lo que ha sido este mes, me doy cuenta que se han juntado muchas desgracias para bastante gente.
Algunos me habéis preguntado de manera personal por Odeta y Adline. Ambas siguen mal. La verdad es que Odeta mejoró un poco durante un par de semanas después de recibir el nuevo tratamiento de morfina, pero se ve que ya el organismo se le debe haber acostumbrado porque desde la semana pasada vuelve a tener mucho dolor por la osteoartrosis lumbar y los vómitos han vuelto. En cuanto a Adline, lleva interna en el hospital casi un mes. Afortunadamente, el pastor de la iglesia en la que ella se congrega se ha hecho cargo del asunto y cada día va enviando gente que pueda quedarse con ella, porque si no está acompañada no puede quedarse allí. Mientras, la pobre Phaimie, su hija, se está quedando en la casa de un matrimonio que la ha acogido hasta que su madre salga.
Además de ellas dos, han aparecido nuevas personas con situaciones muy complicadas y que me han tocado mucho. Por ejemplo, un chico joven, que está solo en el país, que ha contraído tuberculosis. Está malviviendo en un cuartito de 2 x 2 metros que ha conseguido. Cuando fui a verlo la primera vez me impactó lo flaquito que está y el mal aspecto que tiene. Estaba tumbado en el suelo, en una colchoneta de menos de 5 centímetros de grosor. Ya le llevamos una camita, que es pequeña, pero que al menos le libra de la humedad del suelo. Y le estamos llevando también algo de comida para que se mantenga.
O el caso del marido de Nelina, que al llegar a su casa descubrió que alguien había entrado y, antes de tener tiempo para reaccionar, el ladrón lo infló a machetazos.
O el de Edianie, una mujer joven que apareció la semana pasada en la oficina y me contó que apresaron a su marido porque intentó separar a dos que se estaban peleando y lo acusaron a él sin tener nada que ver en el asunto. Ahora ella está sola, con sus tres hijos, sin dinero para comprar comida, ni pagar el alquiler de la casa, sin poder ir a visitarlo ni llevarle medicinas…
O el de tantos que han sido agarrados por Migración y deportados a Haití, dejando aquí a sus mujeres e hijos absolutamente desamparados. En las noticias dijeron esta mañana que, solo en esta semana, han detenido y deportado a 1392 extranjeros. Lo triste es que cuando los detienen los tratan como animales, como si no fueran personas. A muchos de ellos les quitan sus documentos, dejándolos indocumentados y a otros ni siquiera les dejan que se los enseñen. Tanto es así, que ya me han llegado algunas personas que han tenido que ir a la frontera a buscar a sus hijos porque, una vez allá, vieron que estaban legales en el país y no podían deportarlos. De corazón os digo que a este mundo le falta mucha humanidad…
También hemos tenido 2 muertes muy sufridas en el batey en este mes. La primera fue la del hijo de Yetá, una de las mujeres a la que venimos ayudando hace tiempo, al que metieron 9 balazos en el cuerpo en menos de un minuto. Y, curiosamente, a menos de cien metros de la comandancia de la policía… La segunda muerte fue la del nieto de Memena, otra de las que reciben nuestra ayuda. El niño tenía un añito y murió de dengue. Un dolor tremendo. Sus padres están destrozados. La madre ni siquiera tuvo fuerzas para ir a enterrar a su hijo al cementerio… Lo enterramos al día siguiente por la mañana. El camino al cementerio siempre me impresiona. Tenemos que ir hasta Hato Nuevo, y la gente va caminando detrás del coche fúnebre, o en moto, abriéndole paso. Yo, por primera vez, fui en moto. No os exagero cuando os digo que íbamos más de cien motos, parando cada cien metros para no generar mucha distancia respecto al coche fúnebre. Ese camino me resultó conmovedor.
Y el cementerio en sí es algo que también me choca siempre que voy. No hay ningún tipo de orden ni de cuidado… ¡ni de camino! las tumbas están pegadas unas con otras, de tal manera que para llegar al sitio donde se va a enterrar a la persona fallecida hay que ir pisando las tumbas y saltando por encima de ellas. Y en el momento del enterramiento, todo es tan estrecho que cada cual se sube donde puede para ver. Pero todos lo ven lo más normal. Eso es algo en lo que todavía no me he inculturado…
No quiero terminar sin mencionar la situación de Haití. No sé si os llegan las noticias, pero la cosa allá está cada vez peor, hasta tal punto que ha vuelto a declararse en estado de emergencia. A principios de mes, ni siquiera la gente podía pasar por la frontera, y ahora ya vuelve haber tránsito, pero no deja de ser peligroso por lo que se está viviendo. En fin, oremos por ese pueblo tan pobre y tan castigado.
Un abrazo grande para cada uno y mucho ánimo con lo que cada cual tenga entre manos. ¡Volvemos a encontrarnos el próximo mes!
Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana