CARTA DESDE MANOGUAYABO

Manoguayabo, 26 de abril de 2015

Queridos amigos:

Os deseo a todos una muy feliz Pascua de Resurrección porque, aunque ya hayamos pasado el meridiano pascual, aún estamos en ella. Ojala el Dios de la Vida se esté haciendo muy presente en vuestro vivir cotidiano.

Quiero contaros, antes de nada, lo que he estado haciendo hoy.

20 con niños

Quienes seguís mis cartas recordaréis a Sandro y Alfredo, los hermanitos cuya mamá murió hace un tiempo y cuyo papá vive en el campo y aparece poco por el batey. Como os comenté hace un par de meses, conseguimos que fueran acogidos en un Hogar para niños con estas características (huérfanos o abandonados por los familiares). Esta institución ofrece jornada de visita un domingo cada tres meses y era hoy cuando tocaba. Esperábamos con mucha ilusión este momento ya que desde que se fueron teníamos noticias de ellos porque hemos hablado de vez en cuando con la gente que gestiona el Hogar, pero no habíamos visto a los niños ni hablado con ellos directamente. Así que alquilamos una guagua para que nos llevara y nos juntamos quince personas: siete familiares y ocho de nuestra parte, los que más compartimos con ellos desde la atención que les ofrecimos como Pastoral Social.

20 foto grupo

Llegamos tras una hora y media de camino. El lugar es precioso. Se trata de un terreno muy grande con distintas edificaciones: los dormitorios tanto de chicos como de chicas, atendiendo a las distintas edades; el dispensario médico, la capilla, la escuela e incluso una edificación para niños que necesitan atención especial. Todo muy ordenado y limpio, realmente agradable.

20 entorno

Enseguida vinieron Sandro y Alfredo a recibirnos y, dentro de su timidez habitual, nos demostraron lo contentos que estaban por la visita. Nos enseñaron sus dormitorios respectivos, nos presentaron a sus “tías” (las cuidadoras) y a algunos de sus nuevos amiguitos. Se les ve bien integrados, aunque a Sandro, el mayor, hay algunas cositas que le están costando más debido a lo mucho que callejeó los últimos meses que estuvo en el batey.

20 sandro en su habitacion

Como digo, el ambiente general es muy agradable. Realmente los que están al frente pretenden que los niños que ahí viven no sientan que están en un internado sino en un Hogar, y que juntos formen y se sientan una familia.

20 en columpio

No obstante, no deja de ser lo que es, y el mismo director me decía que esos niños no estarían ahí si no fuera por las condiciones en las que les ha tocado vivir: orfandad o abandono. Y lo triste es que hay demasiados niños en esta situación. Allí tienen acogidos a 220, pero aún hay demasiados en la calle. La pregunta que surge ante esto es ¿cómo pueden una madre o un padre no querer a sus hijos? Pero lo cierto es que es así. En este país hay poco control de la natalidad y las mujeres tienen hijos cada dos por tres, pero en demasiadas ocasiones los hijos no son fruto del amor dentro de una relación estable, y cuando nacen son considerados un estorbo. Es, por ejemplo, el caso de una niña que también estamos intentando que sea acogida en el Hogar. Su madre es dominicana y, por lo que todos dicen, muy poco responsable. Su padre nació aquí pero es de origen haitiano. Ambos estuvieron juntos unos meses y luego se separaron. Ella se quedó la custodia de la niña, pero a los pocos meses se la dio al padre porque no la quería. El padre, por el tipo de trabajo que tiene y el lugar donde vive, no podía atenderla, así que dejó a la niña con su madre para que se la criara (ya lo había hecho de igual manera con la otra hija que había tenido años antes). El caso es que la abuela ha hecho en estos 7 años lo que ha podido, pero el ambiente en su casa no ha sido el más favorable por diferentes motivos y, además, ahora está con un cáncer que la hace sufrir mucho. Si los otros miembros de la familia colaboraran un poco, la situación sería distinta, pero no es así. La propia hermana mayor de la chiquita nos hablaba de tal manera el otro día de ella que es fácil entender que esa niña no se sienta querida ni valorada en su propia casa.

Volviendo a nuestra visita de hoy, como decía antes, ha sido una gozada por ver a los niños y las buenas condiciones del sitio donde están. También, el reencuentro de los tres hermanos, porque llevamos a Jeffrey, el pequeño.

20 los tres hermanos

Lo que más pena me ha dado ha sido ver tantos muchachos de los que viven allí que no han recibido ninguna visita. Según me decía el director, la mayoría de los que tienen familias reciben visitas un par de veces, y luego dejan de ir. Y los que no tienen familiares… pues ya os podéis imaginar. Para todos ellos, éste es un día triste, en el que sienten con más intensidad el abandono. Tenemos que orar mucho por ellos.

En esta semana también hemos tenido otro motivo de alegría, y es que uno de los jóvenes a los que hemos estado ayudando durante un tiempo, por fin ha podido operarse de una hernia que tenía. Llevaba muchos años fatal, sufriendo mucho a causa de ella, pero no tenía recursos para poder realizar todo el proceso previo a la operación. En los últimos meses hemos ido siguiendo su proceso y acompañándolo, y el martes, por fin, lo operaron. A quienes estamos acostumbrados a tener acceso normal a los recursos sanitarios, esto puede parecer algo sin importancia, pero os aseguro que para esta gente, estas cosas son casi un milagro. Cuando fuimos a verlo el miércoles, tanto él como su mujer exultaban de gozo y de agradecimiento. En nombre de ellos, os agradezco a quienes apoyáis el proyecto “Son nuestros hermanos”, porque es gracias a vosotros que esto pueda llevarse a cabo y, ciertamente, son frutos de resurrección porque generan “vida”.

20 salony

Luego, como siempre, hay acontecimientos que, por decirlo de alguna manera, “desconciertan”. Os cuento que en esta semana, por fin ha dado a luz una mujer de las que también hacemos seguimiento, de ella y de su familia. Son haitianos, de los que llevan años aquí, pero con muchas dificultades (no tienen trabajo, están a punto de ser echados de la casa donde viven porque no pueden pagar el alquiler, a los niños les hemos detectado bronconeumonía…). La mujer ya tiene tres niños, y son de los que asisten a nuestras clases de alfabetización. Hace nueve meses quedó embarazada de nuevo (sí, ya sé lo que estáis pensando, y yo misma lo pensé cuando me enteré, pero esta gente es así, lo de la paternidad/maternidad responsable es un concepto desconocido en este lugar). Supuestamente, estaba gestando dos bebés, lo cual agravaba la situación familiar porque serían dos bocas más para alimentar. Por lo que me han dicho, al final resultaron ser tres y no dos, pero a la casa llegó solo con uno. Primero pensé que dos de ellos habrían muerto, pero la información que me ha llegado es que los bebés están vivos, pero que alguien se los quedó. La duda que surge es cómo es posible que, así, sin más, alguien se quede con dos niños, sin papeleos ni nada parecido. Por lo que me cuentan, aquí es frecuente que alguna gente se quede con niños haitianos recién nacidos “para venderlos”, bien porque los padres no los quieren o simplemente porque los convencen. Sé que esta idea es escalofriante, pero me temo que es bastante normal el tráfico de niños en este tipo de países y en familias pobres. Lo que me cuestiono es cómo es posible realizar venta de bebés sin que los “profesionales de la salud”, administración y demás instituciones que deben velar por la seguridad y vida de los niños, no hagan nada por evitarlo o incluso algunos de ellos lo consientan o intervengan para lucrarse.

20 yoandi

También me ha cuestionado de nuevo el tema de las supersticiones con las que viven. Sin ir más lejos, el otro día una mamá me estaba enseñando unas heridas que su hija tenía. Es lo que aquí llaman “nacidos”, pero no sabría deciros en realidad cómo salen. Sólo sé que son muy frecuentes, tanto en niños como en adultos. El caso es que ella me contaba que le había salido ese nacido a su hija en la cabeza porque estaba jugando en la calle, una señora pasó por su lado y dijo “qué cabello tan bonito tiene esta niña”. ¿Dónde está lo malo del comentario según esta mujer? Simplemente, en que no añadió después “Que Dios se lo bendiga”. Como faltó la bendición, es como si le hubiera echado un mal de ojo y por eso a la niña le salió el nacido en la cabecita. Pero no termina ahí la cosa. Aún no había superado yo mi estupor cuando me dijo que después de lavarle la cabeza le iba a echar gasolina para curárselo. Ahí ya fue cuando perdí toda compostura y le dije que si yo me enteraba que le echaba gasolina para curárselo, la llevaba a la fiscalía para ponerle una denuncia. Le costó creerse que se lo decía en serio, pero cuando fue consciente de que yo no bromeaba y al final accedió a llevarla al médico al día siguiente. En fin, que es todo un mundo éste de las creencias.

Bueno, amigos, llego al fin de mi carta, porque si sigo contando anécdotas no termino. Os envío un abrazo muy fuerte, junto con mis mejores deseos de que todos seamos, no solo en este tiempo pascual sino siempre, testigos de vida y no de muerte, gestando toda la vida que podamos en lo cotidiano de nuestro vivir. ¡Hasta el próximo mes!

 Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana