Batey Bienvenido, Manoguayabo, 7 de octubre de 2017
¡Hola a todos!
¿Qué tal estáis? Espero que todos bien.
Siento mucho haber faltado en el mes de septiembre a mi cita mensual, pero tengo motivos justificados que me lo han impedido.
Algunos ya lo sabéis, supongo que la mayoría no. Hoy hace justo tres semanas que tuve un pequeño accidente. Fue después del paso de los huracanes Irma y María. Estaba en el jardín intentando quemar todas las ramas, troncos y hojas que habíamos mochado en preparación para los huracanes. Cuando llevaba un buen rato, por un descuido una llama me alcanzó y me prendió la camiseta y la pierna. Fue un momento horroroso. Lo primero que hice fue salir corriendo y gritando. Afortunadamente, tuve la lucidez y el valor suficientes para sacarme la camiseta como pude y en cuanto pude. Eso evitó que el asunto terminara peor. Quedé con quemaduras de segundo grado en la pierna, en un brazo, en los dedos de las manos y una pequeñita en el costado. Ya hoy las tres últimas están recuperadas, con la piel rosadita, pero regenerada, que es lo importante. La de la pierna es la que sigue mal, por fuera y por dentro. Por fuera, porque, aunque está en proceso, aún no ha terminado de cicatrizar lo suficiente como para poder quitarme las vendas, ¡y eso da mucho calor, además de la picazón por la cicatrización! Y por dentro, porque ha afectado a los músculos. Eso me provoca un dolor intenso que hace que no pueda apoyar el pie y caminar. El cirujano me dice que la recuperación va a llevar un tiempito, así que no queda otra que echarle paciencia. Quienes me conocéis, os podéis imaginar lo difícil que me resulta estar aquí sin poder moverme, siguiendo las órdenes del cirujano sobre reposo absoluto… pero no se puede hacer otra cosa si quiero recuperar mi pierna y volver a patear por ahí.
Era justificado el motivo, ¿verdad? Bueno, quizá alguien pueda pensar que podría haber escrito desde la cama, como lo hago ahora, pero… ¡todo requiere su motivación!
Pero, aparte de esta mala noticia, tengo otras buenas que contaros. Por ejemplo, que ya comenzamos el curso en las Clases de Alfabetización. Como todos los años, en agosto abrimos unos días para las inscripciones, y estuve también organizando con las maestras el plan para todo el curso. El 31 de agosto convocamos a una reunión inicial a los padres de los niños. Fue muy bonita. Vinieron todos los que habían inscrito a sus hijos en ese momento (porque luego han ido llegando más), y lo organizamos de tal manera que cada una de las maestras dio un temita de formación: sobre cuestiones emocionales importantes para los niños, la higiene, la alimentación saludable, normas de conducta, etc. Hubo muy buen ambiente y los padres participaron mucho.
Por el momento, este año tenemos 45 niños entre los cuatro turnos que ofrecemos. Están contentos y aprendiendo. Habíamos acordado que yo iba a impartir una hora de inglés a la semana a cada curso, pero con esto de la quemada, está paralizado hasta que me recupere.
Por la parte del proyecto Sin Papeles No Soy Nadie, en mi última carta os decía que andaba buscando un local donde poder atender a la gente de las documentaciones. Pues bien, al final lo encontré. No es lo ideal, porque es algo demasiado grande y destartalado para lo que yo necesito, pero es lo único que encontré a precio razonable. La pena es que, por lo de la quemada, sólo he podido ir tres días en todo este tiempo. La gente no para de llamarme, pero al tener los papeles tan lejos de casa, no puedo hacer nada para ayudarlos. Todos se muestran muy comprensivos y no dejan de decirme que oran para que me recupere pronto.
Eso sí, antes de que esto pasara, fui a la Embajada de Haití para hacer pasaportes a doce personas. Y me vine muy contenta de allá, porque ese día me entregaron 18 pasaportes de los que hicimos en el mes de febrero y 3 de los del PIDIH. Llegan con mucho retraso, pero hay que celebrar que algunos van llegando… FOTO PASAPORTES Y el otro día me puso un mensaje el chico de la embajada que me busca los documentos del PIDIH para decirme que habían llegado más de 20 pasaportes de la gente de mi lista. Con toda su buena voluntad, sabiendo que no me puedo mover, dijo que vendrían a traerlos, pero después de la experiencia que tuve en mayo, no me hago ilusiones de ningún tipo. Como quiera, es bueno saber que llegaron y me están esperando.
Y del proyecto Son Nuestros Hermanos, he seguido organizando desde aquí el reparto de los alimentos y las medicinas de los enfermos a los que atendemos, con la ayuda de mi equipo, porque eso es algo que no se puede paralizar y, afortunadamente, estamos organizadas para salir adelante aunque una falle.
Como acontecimiento especial, fuimos un domingo a celebrar el cumpleaños de Marco, uno de los viejitos viudos a los que atendemos. Cumplía 79 años, aunque él nos había dicho que eran 80… Tenía tantas ganas de celebrar con nosotros que pidió a su vecina que cocinara unos espaguetis, junto con unos guineos y yuca, para invitarnos. Todo muy rico. Nosotros llevamos el postre, un bizcocho de cumpleaños con sus velitas incluidas. Estuvimos con él dos horas y nunca olvidaré la cara de felicidad y el agradecimiento que mostró en todo momento. Ciertamente, ahora entiendo lo difícil que puede llegar a ser estar todo el día solo. Y hay tanta gente que vive esa soledad…
Por último, os cuento que otro de los viejitos a los que atendíamos, Bienvo, se murió en agosto. Era un hombre muy tranquilo, que siempre nos recibía con una sonrisa especial. Estuvo ingresado los últimos días en el hospital, muy malito, y, de pronto, cuando volvía un día de reunirme con las maestras de alfabetización, me encontré que lo estaban entrando en el local que acaba de construirse en el batey, que hace las veces de funeraria. Me dio mucha pena, porque no me dio tiempo de ir a visitarlo al hospital para despedirme de él. Su familia es evangélica, y me invitaron al culto que se iba a ofrecer por él unos días después. Reconozco que me daba un no-sé-qué ir, porque nunca había participado en un culto evangélico y no me hacía mucha gracia la idea de encontrarme de pronto en medio de gente en trance o algo así, como he visto a veces al pasar por delante de alguna de las iglesias evangélicas del batey. Pero al final fuimos Ana y yo, y fue una experiencia bonita. Un predicador estuvo más de una hora hablando de diferentes textos de la Palabra de Dios, y luego otro estuvo cantando algunas canciones francamente preciosas. Interesante, cuanto menos. Y reconozco que a mí me hizo bien.
Bueno, pues aquí lo dejo por hoy. Cuidaos mucho y no dejéis de hacer el bien. Aprovechad este mes misionero para tener algún gesto solidario, no porque llega el DOMUND y es lo que toca, sino porque de corazón os nazca poner un granito de arena para que este mundo sea mejor, más justo, más humano, más fraterno…
Cuento con vuestra oración para recuperarme pronto, ¡¡¡que me muero de ganas por salir a la calle para seguir con los proyectos!!!
Un abrazo y mi cariño,
Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana