CARTA DESDE MANOGUAYABO

Batey Bienvenido, Manoguayabo, 9 de mayo de 2020

 

Queridos amigos, espero que os encontréis bien, ganando la batalla a este coronavirus que ha cambiado nuestro mundo de un plumazo.

Nosotras, en la comunidad, estamos bien. Bueno, hoy un poco asfixiadas, la verdad. Se nos han juntado dos cosas que tienen absolutamente contaminada la atmósfera. Por una parte, hace ya una semana que prendieron fuego intencionadamente en el vertedero Duquesa, que está a 32 kilómetros de donde nosotras vivimos. Es un vertedero muy grande y se ve que siguen sin controlar el fuego, por lo que toda esa zona está con una humareda tremenda que no permite ver a escasos metros de distancia. Hace días que ya llegó el humo aquí, y realmente molesta mucho. Además, el jueves por la mañana entró una nube de polvo del Sahara que se prevé esté hasta el lunes. La mezcla de ambas cosas ha provocado una densidad en el aire que va a terminar siendo tan dañina para los pulmones como el mismísimo coronavirus… Esta foto la tomé esta mañana, no se aprecia muy bien la densidad de la que os hablo, pero igual puede daros una pequeña idea.

En cuanto al covid-19, las cifras oficiales hoy son de 9095 afectados, 2064 recuperados y 373 fallecidos. En esta última semana han aumentado mucho las cifras diarias. Lamentablemente, ya ayer se llevaron a una mujer del batey porque dio positivo. Se ve que vinieron los de sanidad y estuvieron fumigando las zonas por las que ella se movía, pero ella vendía fritura en el parque, por lo que tenía contacto con mucha gente, así que ya veremos lo que ocurre en los próximos días.

Estamos en nuestro 53 día de aislamiento, pero la verdad es que yo no veo que la gente esté aislada de verdad. Cuando salgo del batey para ir a comprar o al banco, veo que la gente va con mascarilla, pero hay demasiada gente en la calle, y muchos comercios o pequeñas empresas que deberían estar cerradas no lo están. En lo que es el propio batey, igual. Ciertamente, aquí las casas son tan pequeñas, de tan malas condiciones y con tanta gente viviendo en ellas que, en parte, es normal que no aguanten estar dentro. De hecho, en algunas, viven 8 personas en un espacio de 4 por 4 metros, ¡y no estoy exagerando! Así que os podéis hacer una idea…

Es más, seguimos teniendo toque de queda de 5 de la tarde a 6 de la mañana, pero después de las 5 e incluso por la noche, escuchamos gente que está caminando delante de nuestra casa. En todo el país se ha apresado ya a más de 20.000 personas por estar en la calle durante el toque de queda, pero en esta periferia en la que vivimos no suelen venir con mucha frecuencia los policías ni los militares para controlar.

Tampoco se sabe cuánto tiempo va a durar el estado de emergencia y de aislamiento, porque se van oyendo muchas voces insensatas pidiendo que se vuelva a la normalidad, tomando precauciones. La gente se desespera por la situación económica, pero creo que no son conscientes del todo de lo que eso implicaría. El presidente redactó una carta el 24 de abril para el Senado pidiendo prorrogar el estado de emergencia hasta el 25 de mayo, pero más allá de esa fecha no sé qué pasará. Incluso, se han pospuesto las elecciones generales presidenciales y congresuales pactadas para el 17 de mayo hasta el día 5 de julio. Igual estoy muy negativa, pero me parece a mí que esa fecha sigue siendo demasiado temprana tal como esto va evolucionando.

En cuanto a la cárcel que tenemos en el batey, las protestas que hubo el mes pasado no sirvieron absolutamente para nada más que para dejar la marca en el suelo.

Lamentablemente han seguido trayendo presos. Se ve que ha habido varios motines por hambre y porque quieren que les liberen para sanarse fuera de prisión. El lunes 13 vinieron los del Canal 5 y, a partir de ahí, la noticia se hizo pública. A mí me dijeron que los presos estaban sin medicinas, así que hace un par de semanas me decidí a ir a preguntar. Al principio no me querían dejar entrar, pero, cuando dije que iba a hacer una donación, el militar que me franqueaba la puerta la abrió de par en par. Estuve hablando con el encargado, quien me soltó el discurso bien aprendido de que los presos están bien atendidos por parte del gobierno. La verdad es que justo en ese rato que estuve dentro, pude ver médicos pululando por allí. Digo que eran médicos porque es lo que me dijo el encargado, porque más que médicos parecían astronautas 😊

El caso es que me dijo que no necesitaban medicinas, pero que si llevaba jabón de cuaba les vendría bien. Pensé hacerlo la semana siguiente, pero no fue necesario porque se me adelantó un religioso de otra congregación que se dedica a la pastoral penitenciaria. Eso sí, con la excusa de llevar el jabón, conseguí una información que me dejó patidifusa. Pregunté cuántos presos había y me dijeron que… ¡¡¡265!!! Si recordáis lo que os contaba el mes pasado, fueron 42 los primeros que llevaron, y diariamente han ido sacando fallecidos, lo cual quiere decir que son muchos más de 265 los que han traído desde el principio hasta ahora.

Además del coronavirus y del problema de la atmósfera, hay otra historia más que está afectando negativamente al país. Su nombre es CLEREN, una bebida alcohólica ilegal originaria de Haití. La policía ha descubierto varios puntos de fabricación clandestina aquí en República Dominicana. Al ser tan barata, la gente la compra mucho. Ya han muerto 120 personas por su causa, entre ellos, el hermano de un amigo mío. Fue hace tres semanas y la familia sigue destrozada. Fueron días muy duros para ellos porque, además del dolor por la pérdida, tuvieron que soportar una cantidad de trámites impresionantes porque el chico aún no había sacado su cédula (su carné de identidad). Tuvieron el cuerpo retenido durante 72 horas, y cuando lo entregaron ya estaba totalmente descompuesto.

Pero… ¡basta ya de noticias trágicas! También tengo noticias muy buenas que contar, y es que, gracias a nuestro querido padre Ronal y ahora también a KORIMA, estamos ayudando ya a un total de 150 familias entregándoles alimentos.

Por una parte, hemos duplicado el número de las que ya veníamos ayudando desde siempre con el proyecto Son Nuestros Hermanos. Con los que he apuntado hoy ya son 84. Como dice el padre Ronal, esto es un pozo sin fondo, porque estamos en un lugar en el que, sin pandemia, ya había miseria, así que ahora ya puede imaginarse uno. Aquí la gente come de lo que trabaja cada día, y como ahora nadie puede trabajar, se está pasando mucha hambre. A pesar de que procuramos ser muy discretos en la entrega de alimentos, es inevitable que la gente se entere y, movidos por la desesperación, van enviándome mensajes pidiendo ayuda.

Lo que no sé es cómo vamos a organizarnos para preparar las cajas si sigue aumentando el número, porque siempre lo hemos hecho en casa de mi compañera Ana, y su galería no es que sea muy grande que digamos. Pero bueno, ya nos iremos apañando como sea. Lo importante es que todas estas familias puedan comer.

Por otra parte, desde hace un mes, cada quince días estamos dando alimentos también a las familias de los niños de la Escuelita. Este martes pasado fue la segunda vez. Pero no solo damos alimentos. Nos hemos organizado para que los niños aprovechen el tiempo y sigan aprendiendo o, al menos, practicando lo que habían aprendido antes de tener que cortar las clases. Así, las maestras me envían las tareas que preparan para sus alumnos, yo hago las copias y el día que los convocamos se les recoge las que se les había dado la vez anterior y se les entregan las nuevas. Estoy encantadísima, porque realmente todos se lo han tomado muy en serio. En la Escuelita es mucho más fácil preparar las cajas con los alimentos porque tenemos más espacio. De hecho, las maestras forman un buen equipo. Pero… el inconveniente ahí es que el callejón en el que estamos es muy estrecho y se nos hace muy difícil que la gente guarde la distancia de seguridad, por lo que procuramos que todo sea lo más ágil posible.

Aparte de los alimentos, estamos ayudando con medicinas a quien las va pidiendo, además de los fijos a los que entregamos cada mes, claro está, que son Odeta, Marco, Adline y Luciana. Había otros cuantos que mensualmente venían a traerme la receta, pero desde que estamos con el aislamiento no he sabido de ellos.

Y también acudo si me llaman por una emergencia, como fue el caso de Benoir. Una tarde sonó el timbre de casa y, unos minutos después, tocaron en la puerta de mi habitación. Era una de mis hermanas, para decirme que la vecina de enfrente estaba pidiendo ayuda porque su marido se había cortado. La pobre se veía tan desesperada que fuimos a hacerle una cura. Pero lo que tenía no era un corte, sino un tajo bien profundo. Necesitaba puntos y, además, la antitetánica, porque fue con una escalera de hierro. Él no podía moverse para ir a ningún sitio y además faltaba poco para el toque de queda. Yo había ido solo con agua oxigenada, Betadine y gasas, así que fui a casa a buscar provisiones y regresé. Le tuve que poner seis puntos. Le pedí que fuera el día después al centro de salud para que se la revisaran y le pusieran la antitetánica, pero a la mañana siguiente me llamó ella para decirme que su esposo no pensaba salir porque le daba miedo contagiarse de coronavirus. Así que tuve que comprar la vacuna e ir yo a ponérsela. Todavía me río recordando ese momento, la cara de pánico que el pobre puso cuando supo que le iba a pinchar, jajajaja. Parecía un niño pequeño… y encima, con tanto público, porque en esa casa viven más de 15 personas, y todos querían ver el acontecimiento. El caso es que todo fue bien. Estuve yendo durante una semana a hacerle las curas y ya está perfectamente cerrada la herida.

Vaya… acabo de darme cuenta de todo lo que llevo escrito, así que voy a tener que terminar ya, porque me he pasado de lo habitual y no quiero aburriros. El próximo mes, más.

Por favor, en aquellos países en los que ya estáis saliendo, aunque sea a caminar, tened mucho cuidado y seguid guardando las medidas de protección. No nos confiemos, por muchas ganas que haya de volver a la normalidad.

Un abrazo grande y caluroso,

Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana