Del 8 al 12 de febrero, trece alumnos y alumnas de 1º de bachillerato del Colegio participaron en una experiencia solidaria en San Isidro de Níjar. Estos son algunos testimonios.
Clara Arias
Hace unas semanas tuve la suerte de participar junto algunos de mis compañeros en una experiencia que cambió mi manera de ver las cosas. El «viaje» a Níjar nos hizo cambiar de mentalidad a todos, nos hizo sacar lo mejor de cada uno, nos ayudó a valorar lo que tenemos, a aprovechar nuestras vidas, familia, amigos… y, aunque no fuera el motivo principal, también nos ayudó a fortalecer lazos entre todos, a conocernos y apoyarnos.
Salimos hacia Almería un miércoles, un poco desconcertados, yo, por lo menos, no sabía lo que me iba a encontrar, no sabía si reaccionaría de la manera adecuada o sí sabría llevar una situación así de dura, ya que soy muy sensible. Pero todo fue muy por encima de mis expectativas. El viaje fue largo, pero a la vez entretenido, para nada fue como el de la vuelta en el que volvíamos agotados. Nos pasamos el trayecto cantando, hablando, haciendo juegos, pero con la incertidumbre de saber lo que nos encontraríamos allí. Aun así, se nos veía ilusionados a todos.
Cuando llegamos, nos recibieron las Hermanas Mercedarias, que nos abrieron su casa como si fuera la nuestra, nos acogieron para vivir su día a día, eran las que nos guiaban durante la experiencia y nos aconsejaban para que todo fuera bien. María José, una de ellas, nos explicó el sentido de la experiencia y nos solía acompañar a cada uno de los talleres o actividades que hacíamos (repartir alimentos, organizar papeles, pintar casas de los asentamientos, recoger naranjas para repartirlas, taller de manualidades, visitar familias…). Cada una de estas actividades las hacíamos con muchas ganas: nos levantábamos temprano y nos acostábamos tarde, pero nunca perdíamos las ganas y la voluntad, nos esforzábamos al máximo y realizábamos cualquier cosa que se nos propusiera sin poner ninguna pega. Para mí, era muy satisfactorio finalizar el día y sentirme una persona nueva, contenta de haber hecho sonreír a un par de personas y saber que has ayudado a muchas otras. Todas las noches, me iba con un muy buen sabor de boca, y con el pensamiento de haber hecho algo positivo tanto para mí como para todas las personas con las que me cruzaba cada día e intentaba ayudar; y creo que este sentimiento lo teníamos todos.
Esta experiencia me ha ayudado a valorar todo lo que tengo. Era muy impactante oír las historias de algunos inmigrantes, desde su trayecto en patera hasta aquí, hasta su vida en España. Algunos incluso habían dejado a su familia en su país de origen y llevaban años sin verla. Era impactante y duro conocer todas las historias y ver como detrás de una persona hay un pasado. Es muy diferente ver todas estas historias en televisión a vivirlo en persona.
Durante estos cinco días no solo he ayudado, sino que me han ayudado a mí: con cada sonrisa, con cada acto de agradecimiento, con cada mirada, aprendías. Te hacían ver la cantidad de cosas que tienes, y cómo debes valorarlas. Ellos con lo poco que tienen son más felices que cualquiera de nosotros teniendo todo lo que tenemos, y eso era muy de valorar, una de las cosas que más nos «chocaba» a todos.
Por último, diría que repetiría esta experiencia mil veces, y meto la mano en el fuego diciendo que los quince que fuimos lo haríamos. Formamos un buen equipo, hemos sabido llevar todo juntos desde las tareas de la casa hasta las actividades en equipo, hemos congeniado y nos hemos apoyado unos a otros, por esto digo que también ha sido una experiencia que nos ha fortalecido como amigos. Recomiendo esta experiencia, de verdad, ha sido una de las mejores de mi vida y agradezco que se me haya ofrecido la oportunidad de ir, y también la disponibilidad tanto de las Mercedarias como de los profesores que nos han acompañado. Y lo dicho, Níjar ha sacado lo mejor de cada uno, ha sido una experiencia inolvidable.
Inma Gomar
Mi experiencia en Níjar significó para mí un salto a la realidad que no nos cuentan, porque vivimos en la parte bonita del bordado, pero, ¿cuándo se llega a ver la parte de atrás? Bueno, pues yo la descubrí en esos cuatro días. Fueron como un jarro de agua que te despeja y te dice: – ¡Oye! ¡Que no todo es luz y color! Y claro, entonces te das cuenta, piensas en la suerte que has tenido de nacer en tu ambiente. Cada vez que hacíamos cualquiera de las actividades, veías las condiciones en las que estaba la gente, es más, veías como entre la miseria y las malas condiciones ellos te sonreían, cuando tú, entre los algodones en los que vives, no eres capaz de decir algo amable, aunque se lo merezcan. Por ejemplo, cuando fuimos a pintar una “casa”, y la pongo entre comillas porque a esas cuatro paredes irregulares, donde el baño no tiene puerta y es un cubículo con menos de un metro cuadrado de ancho y la ducha es un simple tubo por donde sale agua (cuando hay), no se le puede llamar casa. Pero cuando le dimos algo de color y la aseamos lo que pudimos, la mujer se deshacía en gracias y en ayudar, además, aunque no tenían para comer, te servían en cuanto llegabas una taza de té o de café para que estuvieras cómodo allí.
Otra cosa que me llamó la atención fue la disposición que presentamos todos hacia las actividades que había que realizar, porque lo que tocaba se hacía, ya fuera pintar, coger naranjas, hacer bolsas de comida, o ir a repartirlas. Porque todos sabíamos que no había duda, no era broma, la gente lo necesitaba y no había excusas, ni nadie intentaba ponerlas tampoco.
Siempre oímos hablar de pateras, de si llegan tantos inmigrantes, de si han muerto en el mar, pero no sabemos de lo que están hablando hasta que tienes enfrente de ti a un chico, que vino en patera y te cuenta que estuvo diez días en ella con los pies mojados y la incertidumbre de no saber si iba a llegar, solo por la posibilidad de poder pasarles algo más de dinero a su familia. Y si lo consiguen se consideran afortunados …
Por tanto creo que ha sido una experiencia muy provechosa en todos los sentidos. Hemos aprendido cómo es la vida, a valorarla. Estoy muy contenta de haber podido ir y vivirlo todo.
Pepe Ausina
Níjar… allá vamos… una experiencia realmente impactante para poder contarlo en esta pequeña reflexión, pero intentaré mostrar mi más sincero recuerdo.
Empezamos nuestro viaje, que más que un viaje para mi ha sido un paréntesis en mi vida, un poco nervioso, obviamente, ya que me conmovía el saber aquello que me iba a encontrar; un miedo a lo desconocido. Pero las dudas se despejaron ya el primer día. ¡Qué importante es el trabajo de un voluntario en estos lugares! En mi caso, no fui a Níjar por pasármelo bien, ni por sentirme un héroe, ni por sentirme mejor y orgulloso de mi mismo… Todo lo contrario, fui a Níjar, igual que voy al voluntariado de Korima (a pequeña escala) porque sé que realmente hay gente que me necesita, que nos necesita. Necesitamos sensibilizarnos de la realidad que nos rodea y del compromiso de estar presenta en ella, es decir, no podemos desarraigarnos de esta realidad y vivir en una burbuja de caprichos que es nuestra vida, pero también la mía.
Como bien dice el dicho: no todos los héroes llevan capa. Cierto es. Desde aquí quiero agradecer en primer lugar a las Hermanas Mercedarias, que con su ayuda continua durante todo el año se convierten en auténticas heroínas y, como las llamaban en Níjar, madres.
En segundo lugar, quiero agradecer el esfuerzo de nuestros profesores Juanjo y Juanra que nos acompañaron en esta experiencia: como nos dijeron ellos, fuimos señalados con el dedo para ir a esta experiencia, de la cual me siento lleno al 200%.
La vida de estas personas es una auténtica lucha, donde la victoria es dolorosa. Con esto quiero decir que, al contrario de nuestra realidad, su preocupación primordial y diaria es poder conseguir comida y lo mínimo que necesita una persona para poder malvivir, pero, aun así, la entrega y las gracias estaban siempre en la boca de estas personas. Estas gracias es un término recíproco, ya que ellos a mí realmente me transmitieron, de manera indirecta, muchas cosas, fue una verdadera lección de vida.
Gracias por hacerme valorar las pequeñas cosas, por hacerme reflexionar que nuestra vida es muy fácil, por contarme vuestras experiencias de vida y por hacerme visible la importancia de la familia, de nuestros padres y nuestras madres. Como decía Gran Jefe, que así le llaman en la población de Níjar, tenemos que dar las gracias a Dios de la vida que tenemos, yo joven que puedo estudiar y sembrar un futuro mejor que el que les espera a todos ellos. Después de la gran aportación que nos hizo esta grandísima persona, en mi reflexión diaria por la noche, me paré a pensar: ¿me lo está diciendo una persona que lucha únicamente por vivir después de haber venido con 14 años en patera? Realmente es gratificante poder darte cuenta que aun en las situaciones más difíciles de la vida, que yo mismo he podido ver en Níjar, siempre hay una pequeña esperanza, siempre hay una ilusión por vivir.
Por último, todavía tengo en mis retinas la imagen de niños corriendo para llenar su pequeña bolsa de plástico el día que fuimos a repartir las naranjas (todas ellas del suelo) a distintos lugares o poblaciones. Ahí es donde me di cuenta que realmente la gente muere de hambre.
Nunca se me olvidará aquella persona que se moría por una fuerte gripe que había cogido en la patera, pero, aun así, él nunca quiso recibir nada por el simple hecho de no poder aportar nada, realmente sorprende. No es necesario desplazarse a los campamentos de refugiados, que también sería muy importante, para poder ayudar a gente que realmente necesita de mí, al igual que de ti. Ya lo podéis comprobar en el Google Maps: Níjar se encuentra a tan solo 387 km.
Carlos Ramón
En el corazón del Mar de Plástico se encuentra una pequeña pedanía llamada San Isidro de Níjar.
En este pequeño lugar te das cuenta del valor de las cosas, de lo afortunado que somos. Durante esta corta pero intensa estancia he vivido el tercer mundo tal y como se nos cuenta, y en España.
Es duro ver como abres en tu casa la despensa y tienes mil cosas que no te apetecen, no sabes lo que es tener hambre pues siempre encuentras algo para saciar tus necesidades. En cambio, cuando ves que hay gente que vive con una bolsa de comida al día y que además te ofrece algo como té y galletas, sientes que algo en este mundo falla. Aquellos que no tienen son los primeros en darse a los demás y, en cambio, los que tenemos lo necesario parece que somos los primeros en ver hacia otro lado.
Personalmente, me ha impactado una imagen: ver como se me caía una naranja recogida del suelo de un campo y como un niño se acercaba corriendo, recogía la naranja y le daba un mordisco. Le pregunté por qué no la lavaba. Su respuesta fue que tenía hambre, no había merendado. Ahí me di cuenta que debía tomar otra actitud, al menos respecto al valor de la comida.
Por último, considero muy buena iniciativa la que se está llevando a cabo, pues nos permite conocer como es esa realidad y además ayudar a las mercedarias, cuya labor es digna de reconocimiento, pues dan su vida a los inmigrantes y lo mejor y lo que me ha enseñado, en particular Maria José, es a ver a personas como yo y no considerar a nadie inferior ni actuar por lástima.
Gracias por hacer que esta experiencia sea posible.