CARTA DESDE MANOGUAYABO – JUNIO 2014

Manoguayabo, 4 de junio de 2014

Queridos amigos:
Os escribo en una calurosa noche en la que no solo me cuesta dormir por el calor, sino también por la amalgama de sonidos que entran por mi ventana. Por una parte, me llegan los merengues y bachatas que suenan desde algún lugar del Batey, no sabría en este momento decir si provenientes de un colmadón o de una casa cualquiera. Y, por otro, los gritos de un pastor evangélico que cuenta cómo Dios le curó sus problemas de espalda y que invita encarecidamente a que toda aquella persona que crea en el nombre de Jesús se le acerque para quedar sanado. Como comprenderéis, la mezcla resulta, cuanto menos, extraña y estrambótica. Pero esto es lo normal aquí.
Las últimas semanas han sido intensas. Como siempre, hay buenas noticias y otras que son tristes. Entre las buenas está el hecho de que ya llegó parte de la ayuda de KORIMA, por lo que hemos podido comprar comida que, por el momento, hemos repartido a cuarenta familias. Los días que la estuvimos llevando a las casas fueron muy bonitos, simplemente por sentirnos instrumento de Dios. Esas caras de alegría y agradecimiento… bueno, ya os podéis imaginar. También hemos comprado medicinas para gente que la llevaba esperando mucho tiempo y en esta semana vamos a ayudar a la primera persona que necesita operarse urgentemente y no cuenta con recursos. Nada de esto sería posible sin la colaboración de los que estáis aportando dinero para ello, por tanto, ¡mil gracias en nombre de los beneficiarios y en el de todo el equipo de Pastoral Social!
Por otra parte, quería volver a contaros sobre Enrique, el chico del que os hablaba en mi última carta, al que le conseguimos la silla de ruedas. Si en esa carta os lo mencionaba como buena noticia, en ésta es para contar algo triste. Y es que, poco a poco, empezó a empeorar de nuevo. Hace un par de martes, cuando fui a verlo, su aspecto era deplorable. Su mujer me contó que desde el domingo estaba con mucha fiebre, no comía y, aún así, vomitaba. Le ofrecí llevarlo al día siguiente a urgencias y así lo hicimos, aprovechando que un compañero no trabajaba y podíamos llevarlo en su coche. La tarde que pasamos en urgencias fue deprimente, no sólo por el mal servicio que se nos ofreció, sino incluso por el mal trato recibido. Era obvio que ese hombre se estaba muriendo y, aún así, nos despacharon sin hacerle nada. Me sentí tan indignada por tantas cosas que, cuando llegué a casa, ya a salvo de cualquier mirada, lloré y lloré. El jueves fui a verlo y estaba peor. Prometí volver al día siguiente con un médico para que, al menos, le pusieran suero y se hidratara un poco. Pero cuando llegué el viernes a mediodía acompañada de la doctora, Enrique había muerto hacía 20 minutos.

10 silla enrique vacía
Podéis imaginar mi desolación… Ciertamente mi conciencia estaba tranquila porque hice todo lo que pude por ayudarle, pero la tristeza, la impotencia y la frustración que sentí por como fue el final de su vida… ¡para qué contaros! Cuando llega el momento de una persona, llegó, y no hay más. Hasta ahí está claro. Pero creo que las cosas hubieran podido ser de otra manera, más… ¿“digna”?, si le hubieran atendido en el hospital. Tengo claro que debe haber muy buenos profesionales en este país, de hecho, no tengo queja de los que me han atendido a mí cuando lo he necesitado. Pero también tengo claro que ese día los buenos profesionales no nos tocaron a nosotros.
Después del entierro vinieron los nueve días de oraciones, que es la costumbre aquí. En la casa se prepara una especie de altar y cada día, a la hora señalada, la gente acude para orar por el difunto.
La cuestión es que Enrique, con 38 años, deja mujer y dos hijos, todos ellos muy afectados, especialmente la pequeñita de dos años, que es la que siempre estaba con su padre. Desde aquí, mi recuerdo cariñoso, a modo de homenaje, hacia ese hombre al que Dios puso en mi camino y al que no creo que nunca pueda olvidar.
Por otra parte, la famosa fiebre Chikungunya sigue haciendo estragos entre los habitantes del Batey. Es poca la gente que conozco que no ha caído ya. Eso sí, cada vez surgen más dudas sobre el hecho de que realmente sea provocada por el mosquito causante del dengue, ya que, entre otros motivos, está apareciendo también en otros países. El caso es que, venga de donde venga, rara es la casa en la que no ha entrado y ha tumbado ya a varios de sus miembros. Nuestra comunidad, por suerte, sigue estando entre esos casos raros. En algunos hospitales se han habilitado áreas concretas para atender a los pacientes afectados, aunque la mayoría de la gente, al menos de nuestra zona, no llega a ir al médico por falta de recursos o de posibilidad de moverse.

10 Hospital Chikungunya
No quiero despedirme sin compartir con vosotros un texto que he estado meditando estos días. Es de la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” del Papa Francisco, números 268-270, por si a alguien le viene bien leerlo en este momento. El extracto que quiero compartir es el siguiente:

268. La Palabra de Dios también nos invita a reconocer que somos pueblo… Para ser evangelizadores de alma hace falta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de la gente, hasta el punto de descubrir que eso es fuente de un gozo superior. La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, una pasión por su pueblo. Cuando nos detenemos ante Jesús crucificado, reconocemos todo su amor que nos dignifica y nos sostiene, pero allí mismo, si no somos ciegos, empezamos a percibir que esa mirada de Jesús se amplía y se dirige llena de cariño y de ardor hacia todo su pueblo. Así redescubrimos que Él nos quiere tomar como instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado. Nos toma de en medio del pueblo y nos envía al pueblo, de tal modo que nuestra identidad no se entiende sin esta pertenencia.

10 Con Angelo

269. Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora que nos introduce en el corazón del pueblo. ¡Qué bien nos hace mirarlo cercano a todos! Si hablaba con alguien, miraba sus ojos con una profunda atención amorosa: “Jesús lo miró con cariño” (Mc 10, 21). Lo vemos accesible cuando se acerca al ciego del camino (cf. Mc 10,46-52), y cuando come y bebe con los pecadores (cf. Mc 2,16), sin importarle que lo traten de comilón y borracho (cf. Mt 11,19). Lo vemos disponible cuando deja que una mujer prostituta unja sus pies (cf. Lc 7,36-50) o cuando recibe de noche a Nicodemo (cf. Jn 3,1-15). La entrega de Jesús en la cruz no es más que la culminación de ese estilo que marcó toda su existencia. Cautivados por ese modelo, deseamos integrarnos a fondo en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres, lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la construcción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás. Pero no por obligación, no como un peso que nos desgasta, sino como una opción personal que nos llena de alegría y nos otorga identidad.
270. A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo.

Pretendía haber recortado alguna frase para que no fuera tan largo, pero, sinceramente, no soy capaz de meter la tijera por ninguna parte porque creo que no tiene desperdicio. Pidamos al Señor, en esta semana en la que nos preparamos para celebrar el regalo de su Espíritu Santo, que Él nos siga modelando el corazón, llenándolo de ternura y haciéndolo sensible ante las necesidades de los hermanos. ¡Dejémonos complicar maravillosamente la vida!, como nos invita el Papa Francisco.

Un abrazo grande para cada uno y hasta pronto.

Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana