CARTA DESDE MANOGUAYABO

Manoguayabo, 31 de marzo de 2015

Queridos amigos:
A punto ya de terminar marzo, y habiendo entrado en la Semana Santa, os envío, como cada mes, unas letritas. No sé vosotros, pero yo sigo teniendo la sensación de que el tiempo pasa muy rápido. Los 40 días de la cuaresma ¡han volado!
Eso sí, siento que he vivido una cuaresma “intensa”, en muchos sentidos, la mayoría de los cuales quedan entre Dios y yo. A lo largo de este tiempo me ha ido acompañando mucho en mi oración y reflexión diaria el lema que se eligió para la Cuaresma de este año, creo –aunque no estoy segura- que os lo mencioné en mi última carta: “Amor y solidaridad, camino de santidad”.

amor y solidaridad

Santidad… Igual os reís de mí, pero recuerdo que hubo un tiempo, entre la niñez y la adolescencia, en el que, al pensar lo que quería ser de mayor, tenía claro que quería ser santa. Pero no tenía en mente la imagen meliflua que mucha gente tiene de los santos de los altares, ¡ni mucho menos! Fue ese tiempo tan bonito en el que Dios me fue hablando, seduciendo, haciéndome sentir muy amada por Él y elegida para algo concreto, una misión que en ese momento aún aparecía como muy difuminada, pero al mismo tiempo muy real. Ese amor de Dios que sentía en mi interior, me desbordaba, y pujaba por salir y entregarse a los demás. Así entendía yo que se llegaba a ser santo… Y creo que no andaba desencaminada, solo que, dentro de la inocencia de la edad, no tenía ni idea de lo difícil y doloroso que es amar. Me refiero a amar de verdad, con todas sus consecuencias, como amó Jesús, porque ese amor que lleva a la santidad no supone amar solo a quienes nos aman y nos hacen la vida fácil, sino, especialmente, a quienes menos amados se sienten y a quienes nos hacen la vida difícil. ¿Por qué os hablo de esto? la verdad es que no lo había planeado, pero supongo que porque es lo que he tenido durante las últimas semanas en la mente y en el corazón, y porque, además de que estamos todos llamados a vivir la santidad, es en lo que estamos durante estos días de Pasión.
Creo que ya os dije el año pasado que aquí la Semana Santa, fuera de lo que es la liturgia, es bastante distinta en algunos aspectos a como se celebra en España. Por lo pronto, no se ven procesiones en las calles, y eso ya marca una diferencia en el mismo ambiente. Además, influye mucho el hecho de que la religión católica coexista con tantas otras religiones que, aunque sean mayoritariamente cristianas, no celebran este tiempo como nosotros. De hecho, las últimas semanas de cuaresma ha habido muchas “campañas” organizadas por los hermanos evangélicos para atraer gente a sus iglesias, o para alejarlos de la católica, que viene a ser lo mismo. Por otra parte, al igual que pasa en España y en otros países, mucha gente aprovecha esta semana para irse fuera, de vacaciones. En nuestro batey, quienes pueden, se van a los campos donde vivieron su infancia, para pasar estos días con sus familias. Y la gran mayoría, como no tiene recursos para ir a la playa, se van al río que tenemos cerca. El caso es que, por un motivo u otro, hay mucha menos gente en la calle, y aún menos en la iglesia.
A nivel litúrgico, la Semana Santa se vive como en todas partes, con la particularidad de que, al no haber sacerdotes que celebren Eucaristía en todas las iglesias y capillas, muchas han de contentarse con tener Celebración de la Palabra. Esto es una gran pobreza, pero es lo que hay… El año pasado nosotras tuvimos suerte, porque al menos en Hato Nuevo hubo sacerdotes para celebrar misa, pero este año, ni en Hato Nuevo ni en Bienvenido tendremos Eucaristía, por lo que si la queremos el Jueves Santo y en la Vigilia Pascual, tendremos que ir a buscarla fuera. Puede parecer no tener importancia, pero, por lo pronto, irnos a buscarla fuera supone no compartir estos momentos con la gente de aquí, con la que normalmente compartimos nuestra fe… no sé, son cosas que me suelen cuestionar, cuando menos, hacer pensar… y tener que optar con frecuencia, asumiendo las renuncias que cada opción conlleva.
Por lo que respecta a la Pastoral Social, seguimos ayudando como podemos. Por cierto, quiero aprovechar para dar las gracias a KORIMA por haber aprobado los proyectos que hemos presentado este año. Pero también quiero daros las gracias a todos los que colaboráis con vuestros donativos porque, sin ellos, KORIMA no podría cubrir dichos proyectos. En especial, este mes agradezco su aportación a mis amigas del Taller de la Aurora, de Sevilla, a quienes recuerdo con tanto cariño.
Supongo que ya lo sabréis pero este año, además del proyecto “Son Nuestros Hermanos”, hemos presentado uno que se llama “Sin papeles no soy nadie”, a fin de poder ayudar a tanta gente de Haití que vive en el Batey, que aún no están regularizados y, en especial, a los hijos de estos. La situación está muy difícil, pero contamos con ciertos contactos que nos van a facilitar el camino. Además, vamos a intentar inscribir en la nueva escuela que se está construyendo en el Batey a los niños que están asistiendo a las clases de alfabetización. Los muchachos siguen aplicándose mucho y aprendiendo a buen ritmo, muy agradecidos por la posibilidad que, por primera vez en su vida, tienen de aprender a leer y escribir. La pena es no contar con más gente que pueda dar las clases, porque tenemos muchos en lista de espera queriendo ser admitidos, y de un lugar más adecuado, pero bueno, Dios proveerá si así debe suceder. ¡Y ojala ellos tengan la oportunidad de estar el próximo curso en una escuela de verdad!

Clases alfabetizacion

Quiero agradecer también desde aquí a todos los que habéis ayudado para que la operación de Jaime se lleve a cabo. Estamos ya en proceso, aunque con algunos inconvenientes porque los precios han vuelto a subir respecto a la última cotización que teníamos. Confío que Dios también provea en esto, ya os iré contando.
En cuanto a la Pastoral de la Salud, ha sido un mes provechoso por la mucha actividad que hemos tenido, pero también duro, porque hay gente muy humilde a la que hemos llevado al médico y los resultados obtenidos han ido desde piedras en los riñones o en la vesícula, hasta cáncer, pasando por bronconeumonías y otras enfermedades de difícil curación para quien no tiene recursos. Pero, al menos, han sido diagnosticados. Ahora les ayudaremos, dentro de la medida de nuestras posibilidades, a realizar los procesos que deben llevar a cabo. En ese sentido, y en justicia, quiero compartiros que hay gente que, gracias a nuestro proyecto, a vuestros donativos, ya ha conseguido sanarse de males que les afectaban. Una de ellas es Ketri, una jovencita haitiana, mamá de cuatro niños, que aparte de sufrir de hipertensión, diabetes y corazón hinchado, tenía cuando la conocí el vientre hinchadísimo, como si estuviera embarazada de nueve meses, pero sin estarlo, a causa de un líquido que le salía del hígado. El tratamiento que necesitaba no es que fuera tan caro pero, dada la situación que vive, no contaba con el dinero para comprarlo. Ahora su barriguita vuelve a lucir un aspecto normal, pero lo importante no es la parte estética, sino que ha pasado el peligro.
También Odeta, de quien ya os he hablado en otras cartas, ha conseguido mejorar la úlcera que padecía, por lo que ahora estamos en la etapa de ver si ya está en condiciones de ser operada de las piedras que tiene en la vesícula. Son procesos lentos, pero seguimos caminando al lado de estos hermanos. Y en ese camino vamos recibiendo la ayuda de Dios a través de buenos samaritanos como vosotros, que aportáis vuestros donativos, y de otra gente, que aporta de otra manera. En ese sentido, os cuento que estamos visitando a los directores de los hospitales que solemos frecuentar, pidiéndoles ayuda con determinadas personas. No siempre conseguimos lo que nos gustaría, pero por el momento, lo recibido es para agradecer enormemente, porque a veces, solo el hecho de que nos agilicen trámites, ya implica una “donación de tiempo” que yo, al menos, valoro mucho. En fin, que ahí seguimos. La mies es mucha y los obreros pocos, pero con muchas ganas de seguir al lado de los más necesitados, como hizo Jesús.

 niña

Bueno, creo que eso es todo por ahora. Os envío mis mejores deseos para estos días de Triduo Pascual. Ojala seamos capaces de profundizar en todo lo que vivió Jesús en los últimos días de su vida terrena… en el sentido de su lucha por la justicia y su optar por los más pobres… en su dar la vida por nosotros hasta las últimas consecuencias… en su manera de asumir el dolor y el sufrimiento, tanto físico como moral y espiritual… en su forma de vivir la soledad, la traición, el abandono de los suyos… sin perder nunca la confianza en el Dios de la Vida. Acompañemos a Jesús en estos días, porque sólo así aprenderemos a acompañar a tantos crucificados como sigue habiendo a nuestro alrededor y a reconocer a Jesús sufriente en cada uno de ellos. Sólo así experimentaremos de verdad que para Dios nada hay imposible, que nada se le resiste, ni siquiera la misma muerte.
Un abrazo para cada uno. Nos reencontraremos en Pascua, en la Galilea de cada día.

19 rosa amarilla

Lidia Alcántara Ivars, misionera claretiana